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Anatomía de Twitter
Columna
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2024, el año del factor humano

La felicitación de Navidad de Obama desprende un poderoso mensaje de reivindicación de lo simple, de una vuelta a lo esencial

Barack Obama Christmas
Captura de pantalla del vídeo de felicitación de Navidad publicado por Barack Obama en X.
Carmela Ríos

Entre las decenas de felicitaciones con las que personalidades, entidades deportivas, gobiernos o instituciones nos felicitan estos días la Navidad desde sus redes sociales, me quedo con la del expresidente estadounidense, Barack Obama. Quizás se sientan decepcionados porque no encontrarán en ella nada especialmente llamativo. El exmandatario aparece de pie, en una austera estancia decorada con un par de flores de Pascua. Con un jersey gris y un gorro de Papá Noel sobre su cabeza, Obama recuerda en 45 segundos de vídeo la importancia de participar en la vida de nuestros entornos próximos y colaborar con las comunidades más próximas, que son las redes de apoyo más sólidas en tiempos difíciles. Una sencilla melodía de piano acompaña a las palabras de Obama, que terminan con un cartel rosa sobre el que aparecen dos palabras: “Feliz Navidad”. Desde el punto de vista de la puesta en escena, el vídeo resulta casi rudimentario, sin edición, con un fondo irrelevante y un plano secuencia de un hombre hablando al objetivo de la cámara. Sin embargo, desprende un poderoso mensaje de reivindicación de lo simple, de la comunicación a dimensión humana, de una vuelta a lo esencial.

La reflexión de Obama no es accidental ni aislada. Salvaguardar el factor humano se revela, quizás, como la única fórmula para afrontar estos tiempos en los que el ritmo de la evolución y la aparición de nuevas tecnologías resulta imposible de gestionar para la mayoría de las personas. El periodista francés Bruno Patiño define perfectamente esta realidad con la palabra que da título a su último ensayo: Sumersión (Grasset). Acabamos este 2023 sumergidos, agobiados en un caudal de información que las grandes plataformas digitales como Twitter, Instagram o TikTok bombean incesantemente hasta nuestros móviles, que persiguen nuestra atención. La información y los bulos se mezclan irremediablemente ante la falta de voluntad y de medios para combatir la desinformación de los grandes señores de la web. Esta promiscuidad amenaza el concepto mismo de verdad y supone un ataque continuado en una de las líneas de flotación de las democracias occidentales: el derecho a la información.

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Una de las interrogantes que tendremos que despejar en 2024 es si la nueva generación de redes sociales, más pequeñas y descentralizadas como Bluesky, Mastodon o Threads, mantendrán vivo o enterrarán definitivamente el sueño de una comunicación global y de intercambio de conocimiento sin discursos de odio. Pero estos cambios pueden resultar insignificantes porque detrás de ellos nos llega una ola mucho mayor. La inteligencia artificial, ya instalada en nuestros móviles, muta con rapidez y nos ofrece posibilidades de acceso a todo el conocimiento humano, incluida la facultad de escribir, diseñar, programar, pintar o fotografiar. Podemos producir hasta enterrarnos en contenido. De nuevo, sumergidos por una ola que no vimos llegar.

2024 nos ofrece el reto de navegar esta ola, abrirnos a sus inmensas posibilidades aplicando el mismo paradigma que Obama: el retorno a las esencias. Como recuerda Patiño, necesitamos formar tanto a filósofos como a ingenieros para que, a la visión a gran escala, se una la visión de escala humana en la inteligencia artificial. Nunca ha sido tan necesario el ejercicio de la reflexión, la pausa y el silencio. Discernir, frente a dejarse llevar, “será el camino para surfear la sumersión y hacerla controlable. En todos los ámbitos. Empezando por la información y por nuestra relación con la realidad”, sostiene el ensayista. La reivindicación de lo humano es el mejor regalo para recibir a este incierto, apasionante y disruptivo 2024.

Que tengan ustedes un gran año.

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