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COLUMNA
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El reverso de la crispación

La cruda estrategia de la oposición no solo estimula el cierre de filas del PSOE con su líder, sino que recorta el margen de presión de los socios de Sánchez

Pedro Sánchez votó telemáticamente en la consulta a la militancia socialista, en una imagen difundida por el PSOE.
Pedro Sánchez votó telemáticamente en la consulta a la militancia socialista, en una imagen difundida por el PSOE.
Juan Rodríguez Teruel

El PSOE abierto en canal por la amnistía y los tratos con los independentistas: este era el escenario buscado aún más por la opinión publicada contraria a esa coalición que por el propio PP estos meses. De momento, la realidad desmiente el presagio.

La consulta sobre la investidura realizada entre los afiliados socialistas arroja dos señales importantes. Por un lado, la votación ha registrado un nivel muy alto de participación, con el voto de casi dos tercios de los militantes. Hay que tener en cuenta que ha votado casi el doble del número de afiliados que participaron en la histórica sucesión de Rajoy como presidente del PP en 2018.

De acuerdo con un estudio reciente de los politólogos Ramón Villaplana, Adrián Megías y Oscar Barberà se trataría de uno de los datos de participación más elevado en las 150 consultas internas a la militancia realizadas por partidos políticos en España sobre temas de investidura y otras cuestiones ideológicas en las últimas dos décadas. Otras fuentes indican que es una participación también destacada entre partidos políticos europeos que consultan con sus bases sus políticas de pactos.

Por otro lado, la participación y el nivel de apoyo son muy homogéneos entre comunidades autónomas. No hay variaciones significativas que sugieran una brecha territorial sobre los pactos del PSOE, a pesar de la sobrerrepresentación de voces críticas del socialismo en los medios de comunicación madrileños.

Más allá de lecturas interesadas a favor o en contra, estas señales reflejan un apoyo interno muy sólido a la estrategia de Pedro Sánchez en la forma de encarar los pactos para su investidura. También plantean el interrogante de hasta qué punto ese apoyo es representativo del electorado socialista, a priori más plural y menos proclive a los giros de relato del presidente del Gobierno.

Aunque el porcentaje de militantes contrarios a las cesiones de Sánchez es menor que el detectado en el conjunto del electorado, indica un segmento significativo del espacio socialista que, a día de hoy, sigue prefiriendo ejercer la voz antes que la salida del partido. Y con ello representa también a ese 40% estable de votantes socialistas que en los últimos años han expresado su desacuerdo con la estrategia de distensión de Sánchez en Cataluña mediante los indultos ayer y ahora con la amnistía. Un desacuerdo que hasta hoy no los ha desconectado electoralmente.

Quizá esa lealtad crítica tenga mucho que ver con la insistencia de la estrategia de oposición metálica contra Sánchez desde hace cinco años y medio, con los resultados que vimos el 23 de julio: una crudeza que impide a Sánchez recuperar electorado moderado, pero alinea al resto con el PSOE. Y esa es la paradoja que la derecha no acaba de aprender: probablemente, la crispación no solo estimula el cierre de filas del PSOE con su líder, sino que recorta el margen de presión de los socios de Sánchez. Lejos de dar más capacidad de chantaje al independentismo, el asedio desmesurado lo resta: aclara cuál será la alternativa si Puigdemont deja caer al Gobierno esta legislatura.

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