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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España y Argelia se reencuentran

La llegada de un nuevo embajador a Madrid abre la puerta a normalizar las relaciones económicas entre ambos países

Abdelmayid Tebun
El presidente argelino, Abdelmayid Tebún, en un reunión de su Gobierno el pasado 5 de febrero en Argel.Europa Press
El País

La decisión de Argel de pedir el plácet para su nuevo embajador en Madrid es una buena noticia para España, pero también para Argelia. La distancia de Orán a Almería es de unos 200 kilómetros, y España es la puerta natural de entrada del país magrebí a Europa.

Es comprensible que las autoridades argelinas no entendieran la carta que el presidente Pedro Sánchez envió al rey Mohamed VI en marzo de 2022, en la que, rompiendo la tradicional neutralidad española, calificaba el plan marroquí de autonomía para el Sáhara como “la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso” de la antigua colonia. El Gobierno español no supo explicar al argelino las razones de ese giro, que, en realidad, tampoco explicó suficientemente al pueblo español.

Pero una cosa es que el súbito cambio sorprendiera en Argel y otra que llamara a su embajador en Madrid y dejara vacante el puesto durante 19 meses. En teoría, Argelia no es parte de ese contencioso y, por tanto, no puede entender la decisión española como un acto hostil, salvo si se creyera, como sostiene Marruecos, que el Frente Polisario no es más que su apéndice. Es este último el que, en todo caso, tendría razones para enojarse con España, en concreto con el PSOE, que tradicionalmente había apoyado su causa en el marco de Naciones Unidas.

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La reacción de Argelia evidencia cómo el conflicto del Sáhara, cuyas víctimas son las generaciones de saharauis nacidas y crecidas en los campamentos de refugiados de Tinduf —en lo más inhóspito del desierto y sin perspectivas de salir de allí—, está enquistado y no se resolverá mientras Rabat y Argel no pongan fin a una rivalidad que limita sus posibilidades de desarrollo y les ha llevado varias veces al borde de la guerra.

El retorno del embajador argelino a Madrid puede servir para reconducir las diferencias por el cauce del diálogo y para buscar soluciones conjuntas a problemas comunes, desde la inmigración irregular hasta la expansión del yihadismo en el Sahel, la región que se extiende al otro lado del Sáhara. Sin olvidar la necesidad argelina de preparar su economía para un mundo sin combustibles fósiles.

La normalización de relaciones diplomáticas es solo un primer paso al que debe seguir la recuperación de las relaciones económicas, de forma que las empresas españolas puedan volver a exportar con normalidad y no se vean excluidas de las contrataciones públicas. En beneficio de España, pero también de Argelia, que compraba productos españoles cuando eran mejores que los de sus competidores. Como corolario para el reencuentro, el Tratado de Amistad entre los dos países, que Argel suspendió unilateralmente, debería reactivarse. O mejor, renovarse, pues ya tiene dos décadas de antigüedad.


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