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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los equilibrios de Argelia

El país magrebí trata de resituarse en la escena internacional al acoger la cumbre de la Liga Árabe, condicionado por la ruptura con Marruecos y su alianza con Rusia

El País
Vista de Argel desde la Casba.
Vista de Argel desde la Casba.FETHI BELAID (AFP)

Impulsada por el viento favorable del alza de precios del gas y el petróleo, Argelia parece haber dejado atrás la etapa de agitación de la revolución del Hirak. El masivo movimiento de protestas que forzó la caída del presidente Abdelaziz Buteflika en 2019, cuando trataba de perpetuarse en el cargo, se vio frenado por la pandemia, fue sofocado desde el poder y ha quedado finalmente difuminado por sus propias carencias para construir una alternativa política. Abdelmayid Tebún, el nuevo mandatario surgido desde el aparato del Estado con el propósito de poner fin a la corrupción, pretende resituar al país magrebí en el mundo con una diplomacia de corte presidencialista que las enfermedades de Buteflika habían aparcado durante casi una década. Al respaldo formal expresado por la Liga Árabe a la causa palestina, sin condenar expresamente a Israel para no perturbar las relaciones con el Estado judío de seis de sus 22 Estados miembros, se han sumado la preocupación sobre la seguridad alimentaria por la guerra en Ucrania o el debate sobre una futura Unión Aduanera árabe. Desde la presidencia de turno, sin embargo, Argelia se ha visto obligada a hacer equilibrios diplomáticos ante la presencia en el cónclave del vecino Marruecos, con el que rompió relaciones hace más de un año. Su ministro de Exteriores, Naser Burita, acudió a la capital argelina para hacer llegar una propuesta del monarca alauí al presidente Tebún para entablar un diálogo directo en Marruecos. Por ahora, la oferta ha recibido la callada diplomática por respuesta y el rechazo explícito de la prensa oficial. Como contrapeso a una estrategia panárabe, la alianza de Argel con Moscú —su proveedor histórico de armamento—, en pleno conflicto de Ucrania, se ha visto reforzada con una petición formal de ingreso en los BRIC, el bloque económico formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, con la que pretende evocar su viejo liderazgo en el bloque de los denominados países no alineados.

El Hirak, el amplio movimiento democrático, pacífico y espontáneo del pueblo argelino, ha dejado el poso de unas demandas de cambio que no han sido atendidas desde la estructura de poder que, con altibajos, lleva las riendas del país magrebí desde su independencia, hace ahora 60 años. En esta nueva apertura al mundo de Argelia, en la que no recurre a los flujos migratorios como palanca negociadora, la recomposición de relaciones rotas o deterioradas con sus vecinos no debe quedar relegada. Nada mejor que seguir la vía de una solución negociada al conflicto del Sáhara Occidental. Pero para entrar en la modernidad que la sociedad civil argelina reclama, su presidente debe escuchar la voz de millones de ciudadanos que se echaron a las calles hace tres años en una pacífica revolución cultural. Para responder a sus esperanzas sin decepcionarlas, Tebún debe apostar por las reformas democráticas frente a la estabilidad a ultranza.


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