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Letras americanas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los extremos del hilo

El escritor Emiliano Monge analiza las coincidencias o conexiones que uno se encuentra cuando está leyendo, por ejemplo, entre la literatura y el cine

El Conde, película sobre Augusto Pinochet
Un fotograma de la película 'El Conde' (dir. Larraín, 2023).Netflix
Emiliano Monge

Estoy seguro de que ya hemos hablado acá, en entregas anteriores de nuestra newsletter, de las coincidencias o de los vasos comunicantes que, de pronto, uno puede encontrarse cuando está leyendo. Me refiero, quiero decir, a esos como hilos cuyas puntas o extremos parecerían unir, de formas más o menos evidentes o más o menos inesperadas, a ciertos libros o a ciertos autores entre sí.

Estas coincidencias, además de acontecer entre escritores y entre libros, obviamente, también pueden acontecer entre la literatura y, por ejemplo, el cine. Lo digo porque hace unos cuantos días, al tiempo que leía la novela Mambo, de la escritora chilena Alejandra Moffat, vi la película El conde, de Pablo Larraín, esa fábula negra y genial, de humor despiadado y corrosivo, en la que Augusto Pinochet es un vampiro que se desnuda a sí mismo a través de su propia voz y cuya familia también se desnuda a sí misma a través del coro de sus voces, es decir, a través de lo que piensan y, sobre todo, de lo que parecen sentir, que emerge de sus bocas como impulsos incontenibles, mientras las licuadoras preparan batidos de corazones y las monjas se enamoran del dinero y los fusiles.

El otro vuelo del vampiro

Pero decía que El conde, de Larraín —la punta de uno de sus múltiples hilos, que, sin embargo, es su hilo principal, pues carga la película entera—, alcanza o coincide o roza la novela de Moffat —por cierto, si hablamos de novelas chilenas en las que hay capas y hombres enamorados de los murciélagos, no deberíamos olvidar nunca la también genial, igualmente hilarante y no menos arriesgada y experimental Batman en Chile, es decir, la primera novela de Enrique Lihn, reconocido sobre todo por ser un poeta increíble, en la que el famoso superhéroe, instigado por la CIA, viaja a Chile para derrocar un gobierno de izquierdas que bien podría haber sido el de Salvador Allende—, cuando la protagonista y narradora de Mambo asevera: “Pinocho era superior a los murciélagos y los vampiros. Sabía volar, atravesar túneles, escalar montañas y te podía devorar de un solo mordisco”.

En la novela de Moffat, sin embargo, en la que la protagonista narradora es una niña que vive en clandestinidad con su hermana y sus padres, aunque la verdadera protagonista del libro, la que hace de Mambo un libro difícil de soltar, es la voz de esa niña, que nos mete dentro de la historia tanto como nos mete dentro de sí misma, haciéndonos vivir, sentir y descubrir lo que esa niña, Anaconda —así se refiere a sí misma, para escapar del conflicto que le genera tener un nombre familiar y uno que debe usar ante los desconocidos— va viviendo, sintiendo y descubriendo, el vampiro es tal apenas un breve instante, porque después es un águila o un puma o un peligro incierto, pero casi siempre con rasgos tomados de un animal de caza, es decir, de un cazador despiadado: “La salamandra estaba prendida y pude reconocer que además de leña se estaban quemando algunas libretas y libros. Cuando hablé me hicieron callar al mismo tiempo y Julia corrió a abrazarme. Me dijo al oído que el águila andaba cerca. Lloré porque me asusté mucho. Mi papá me pidió que respirara profundo y me explicó que no me habían despertado porque sabían que no andaba bien”.

Otra voz, al otro extremo del tiempo

Las coincidencias, a veces —creo que esto también ya lo hemos dicho—, llegan de dos en dos: tras leer Mambo, novela en la que, insisto, la voz de la narradora parecería hablarle al lector al oído, haciendo honor a lo que la narración fue desde el día mismo en que empezó a ser, es decir, el sentarse a escuchar lo que alguien más tiene para contarnos, ya sea en torno al fuego, en torno a una mesa en la que la cena ha sido servida o en torno a un patio de juegos, leí Si las cosas fueses como son, de la escritora uruguaya Gabriela Escobar Dobrzalovski, en la que la gran protagonista es, otra vez, la voz de una narradora que sabe cómo apropiarse del lector, utilizando la lengua: “Huyo de mi madre como de una infección. Cuando está cerca se me aprieta el cuerpo y camino con los dedos retraídos, como si el piso estuviera congelado o pegajoso. Querría desabrocharle la camisa, desprenderle la piel, abrir los tendones hasta encontrar, acurrucado entre sus órganos, un acorde suave, una miga de belleza y felicidad”.

La coincidencia está, en este caso, en el hecho de que ambas novelas, Mambo y Si las cosas fuesen como son, se sostengan y sean, en realidad, para el lector, como un sentarse a escuchar la potencia, la viveza y la sutilidad de unas voces que someten el tiempo y que diluyen todo lo que no sea el relato que cuentan. La distinción, claro, es también evidente: mientras Mambo nos la cuenta una voz que está descubriendo su mundo, Si las cosas fuesen como son, en la que la protagonista se ve obligada a volver a vivir a la casa familiar, tras una separación, nos la cuenta una voz que ya viene de vuelta, una voz desencantada de casi todo, herida y dolida, enloquecida a ratos, hermosa y brillante a otros ratos. Se trata, pues, de las puntas o de los extremos de ese otro hilo que es la vida. Ese otro hilo que es, en realidad, la experiencia que nos deja la vida.

Una voz que comienza a meterse el mundo en la boca —la de Mambo— y otra que comienza a sacárselo —la de Si las cosas fuesen como son—: “Los sordos tiene la boca en las manos. Dibujan las palabras en el aire; cada palabra tiene un gesto propio. Mis tíos tenían permitido usar el lenguaje de señas dentro de su casa. Afuera, sus padres se los tenían prohibido. En la calle, quedaban incomunicados. Vergüenza. Ya los alemanes nos habían marcado y diezmado. Se supone que la guerra terminó, pero, en esta familia, la invisibilidad siguió siendo una estrategia obsoleta de salvación”, escribe Escobar Dobrzalovski.

Coordenadas

Mambo fue publicada por la editorial Montacerdos, mientras que Si las cosas fuesen como son se encuentra en ediciones de Criatura Editora, Overol y H&O Editores. La última edición de Batman en Chile es la de Bordura.

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