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Columna
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Pacto o secuestro

Sánchez es rehén de Puigdemont y le puede suceder como al joven César, capturado por unos piratas. Veremos qué sucederá. César, tras pagar el rescate y ser liberado, persiguió a los piratas y los crucificó

Sánchez, el viernes con la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, dentro de la ronda de contactos del líder socialista.
Sánchez, el viernes con la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, dentro de la ronda de contactos del líder socialista.J.P.GANDUL (EFE)
Víctor Lapuente

Sánchez es rehén de Puigdemont y le puede suceder como al joven Julio César cuando fue capturado por unos piratas en las islas griegas. Sus captores pidieron 20 talentos de rescate, pero el futuro emperador les dijo que, por lo menos, él valía 50. El quizás mejor estratega militar de la historia no pudo usar peor táctica de negociación: alardear de cuán preciado es uno invita a peticiones desmedidas.

Y el mejor estratega de la historia reciente de España, Sánchez, ha repetido el funesto error cesarista. Desde la noche del 23-J, múltiples voces socialistas han subrayado el valor supremo de reeditar el Gobierno progresista, único garante de los avances sociales y de la mismísima democracia frente a una derecha bárbara. Es nosotros o el caos. Con lo que, razonan los “piratas”, si se trata de salvar a la nación (que además no es la suya), el precio debe ser altísimo.

Pero ¿no es exagerado comparar la negociación de la investidura con un secuestro? Hay diferencias, pero también dos semejanzas notables. Mientras las discusiones para formar Gobierno en los países de nuestro entorno se llevan a cabo, discretamente o con luz o taquígrafos, entre los partidos involucrados, aquí se hace a través de intermediarios, en hoteles recónditos de ciudades dispares. Como en los secuestros.

Y tanto un rapto como esta negociación son lo que los economistas llaman un monopolio bilateral. Solo hay un comprador del rehén (su familia o, aquí, el PSOE) y un vendedor (los secuestradores o Junts).

Según la ensayista Megan McArdle, en estos casos solo importan dos variables. Primero, lo loco que parezcas. Dar la impresión de que, en cualquier momento, te tiras por el barranco. Y en esto gana Puigdemont. Pero, curiosamente, parte de su entorno está haciéndole un flaco favor, enfatizando justo lo contrario: que es un líder muy sensato.

Segundo, la capacidad para pagar. Los parientes del secuestrado deben señalar que su fortuna es muy modesta. Y aquí también el grupo alrededor de Sánchez se está autosaboteando, dejando caer que la amnistía (y más) es un precio aceptable, y menospreciando las voces más útiles para sus intereses: quienes dicen que la familia socialista no puede pagar eso sin arruinarse.

Veremos qué sucederá. Lo de César es conocido: tras pagar el rescate y ser liberado, organizó una gran flota para perseguir a los piratas y los crucificó.

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