Las mujeres de la papeleta en Ecuador
Dos mujeres aspiran a los cargos políticos más importantes, pero eso no es sinónimo de un avance en la agenda de construcción y garantía de derechos
Son dos. Por primera vez en la historia política del Ecuador son dos las mujeres que aparecen en la papeleta de votación aspirando a los cargos de autoridad más importantes. En un país donde seis de cada diez mujeres hemos sido víctima de alguna forma de violencia, esto es un triunfo. Sin embargo, al pasar la lupa por los conceptos y principios que ellas defienden, la sensación es más bien la de una derrota.
Este domingo 15 de octubre, 6,82 millones de mujeres y 6,6 millones de hombres, según el padrón electoral, votaremos por el reemplazo de Guillermo Lasso. Como consecuencia de un Gobierno fallido, el actual presidente entregará el timón de un país que navega a oscuras en un océano espeso, rojo, muy rojo… Este año Ecuador se coló a la lista de los países más violentos del mundo y, en ese escenario, Luisa González aspira a ocupar el cargo de presidenta, representando al partido de izquierda conservadora Revolución Ciudadana (RC); mientras que Verónica Abad podrá ser elegida vicepresidenta por el movimiento de centroderecha Acción Democrática Nacional (ADN) como compañera de fórmula de Daniel Noboa.
Luego de las elecciones generales de 2021, el Código de la Democracia estableció que los binomios deberán ser paritarios. Eso significa que las fórmulas que aspiren a gobernar deben contar con una mujer y un hombre en su lista. La ley se aplicó por primera vez este 2023. En un país habitado por un 51,3 % de mujeres, que constituye un grupo vulnerable, vale la pena preguntarse si el hecho de que ya no sea raro verlas en la contienda política y ostentando cargos de elección popular se traduce en políticas públicas construidas sobre la base de un enfoque de género. Y la respuesta es más compleja de lo que parece.
La paridad es necesaria porque abre la posibilidad de que las distintas voces de una sociedad puedan sentirse representadas. Es más relevante en un contexto donde la participación de las mujeres ha sido siempre minoría. Los datos del Consejo Nacional Electoral (CNE) lo confirman. Por ejemplo, hace diez años, en 2013, todos los candidatos a las dignidades principales (presidente y vicepresidente) fueron hombres.
Pero la paridad no es suficiente cuando se trata de avanzar en una agenda que priorice las necesidades y derechos de grupos vulnerables. Tampoco garantiza erradicar la política machista. Y en eso González y Abad funcionan como ejemplo. La política que profesan replica lo que tantas veces se ha cuestionado.
El próximo domingo, Luisa González (45) podría convertirse en la primera mujer en llegar formalmente a ocupar la presidencia de la República. Rosalía Arteaga lo hizo antes que ella, únicamente por cinco días, en 1997, luego de ser impedida de ocupar el cargo tras el derrocamiento del entonces presidente Abdalá Bucaram.
Su carrera política se inició en 2007 cuando buscó una curul de asambleísta suplente en la Asamblea Constituyente. Lo hizo con el Partido Social Cristiano, opositor de la Revolución Ciudadana, que para ese entonces defendía incluir la pena de muerte en la nueva Constitución. Después, se conectó con el correísmo desde donde asumió algunos cargos relevantes. En 2021, asumió como Asambleísta por Manabí y se posicionó en contra de causas movilizadas por las colectivas feministas ecuatorianas.
En febrero de 2022, la hoy candidata se pronunció en contra de la ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo en casos de violación. Su argumento fue que la propuesta “intenta entrar por la ventana una ideología de grupos que busca legalizar el aborto libre y voluntario en el Ecuador”. ¿Ideología de grupos? Probablemente se refería a las mujeres que, desde hace décadas, y desde esferas como la academia, la medicina, el activismo y la política buscan la garantía de los derechos de salud sexual y reproductiva. En el país que hoy pretende gobernar, según datos oficiales, anualmente se registran más de 1.900 “nacidos vivos” de menores de entre 10 y 14 años. Casi 2.000 nacimientos producto de violaciones. Pero para ella, “el aborto no es un derecho”.
Se vale destacar que su plan de Gobierno destina un punto a “justicia para las mujeres y niñas”, donde se compromete a luchar contra todas las formas de violencia, incluyendo la doméstica, la sexual y el acoso en todas sus formas. Pero, no es posible olvidar que, en septiembre de 2021, también como legisladora, votó en contra de la censura y destitución del ex defensor del Pueblo, Freddy Carrión, sentenciado por abuso sexual.
Hoy González sostiene que, aunque sobre su opinión en temas de familia, religión, aborto, matrimonio y educación sexual no ha cambiado, gobernará para todos.
Mientras tanto, el rostro de la cuencana Verónica Abad (46) figurará solo en la papeleta, porque ha sido borrada de la campaña de su compañero Daniel Noboa. El empresario anunció que, de llegar al Palacio de Carondelet, le encomendará “dedicar esfuerzos focalizados en temas de desarrollo social de nuestros hermanos migrantes”. Con eso queda claro que su rol fue el de cumplir con la cuota requerida por la ley.
La fundadora de la Red de Mujeres Directivas se volvió viral con una serie de frases que la retratan como una negacionista de los problemas más complejos de la sociedad ecuatoriana. Por ejemplo, sobre los femicidios -que solo entre enero y septiembre de 2023 suman 238- dijo que no existen y que no son reales.
A pesar de su experiencia como empresaria, opina que las mujeres con hijos no deben ganar el mismo salario que un hombre que ejecute su mismo cargo. En su criterio, las madres trabajan menos porque el rol materno exige más tiempo. Abad invisibiliza que, de acuerdo a datos oficiales, las mujeres dedican un promedio de 31 horas a “trabajo no remunerado del hogar”, actividades relacionadas a las tareas de cuidado, mientras que ellos dedican unas 11 horas a lo mismo.
Que las mujeres que habitan un país violento ocupen posiciones de poder y toma de decisiones es un triunfo. Pero que las mujeres repliquemos las formas tradicionales de hacer política y construir poder sabe a derrota. Construir política con perspectiva de género es desafiar la violencia. Esa violencia que nace desde las más altas esferas del poder.
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