Todas perras
Vivimos en el siglo XXI y todavía tenemos que contarles a nuestras hijas que disfrutar del sexo con quien quieran y como quieran no las convierte en bestias
Siglo XXI, ola mundial de feminismo, rebelión general contra la violencia sexual en todas sus formas. ¿Dejarán de llamarnos perras por el simple hecho de ser sexualmente activas, por tener una libido normal y sana? Siglo XXI y no la Edad Media, aquí y no en un poblado en medio de la nada, en una revista como S Moda dirigida mayoritariamente a un público femenino. Habrá que preguntarse por qué las revistas de este tipo son las únicas que tienen la extraña costumbre de maltratar a sus propias lectoras. En su día nos inocularon el peligroso virus de la anorexia, diezmaron hasta el mínimo nuestra autoestima para que necesitáramos un montón de productos para recuperarla y ahora nos venden la explotación sexual como una opción aceptable. Y si te escandalizas, es que eres una moralista. Si no quieres que te animalicen, que te zoofilicen rebajándote a la hembra que más asco y desprecio provoca en la mayoría de las culturas, es que odias el sexo. La misma historia de hace unas décadas, cuando nos llamaban estrechas por no darnos a señores que no nos apetecían. No, cariño, que no quiera hacerlo contigo no quiere decir que no quiera hacerlo con nadie.
Gabriela Wiener, con toda su audacia periodística, con su saber literario, feminista y antirracista, no es capaz de imaginar un marco distinto en el que inscribir a Tokischa que no sea el de la esclavitud sexual, ahora dicen que escogida, y la degradación de la mujer, de la persona. No hace falta que venga el anarcocapitalista Milei para empujar hasta lo inimaginable los límites de lo que se puede vender y comprar; ya lo hace una artista que se presenta como subversiva del sistema mientras lame un chupachups para animar a los pedófilos que sueñan con niñas calientes a su disposición.
Siglo XXI y tendremos que contarles a nuestras hijas que no, que ser perra no está de moda, aunque lo diga una cantante a la que admiran, que disfrutar del sexo con quien quieran y como quieran no las convierte en bestias. Las perras suelen ser apaleadas, azotadas, denigradas y maltratadas porque gozan. Hay que ser tremendamente ingenua para creer que algo así pueda ser transgresor, que en vez de apropiarnos y dignificar nuestro propio placer sexual y exigir que se nos respete como mujeres, difundamos exactamente la misma idea que difundió siempre el más rancio poder patriarcal: que si tú, mujer, quieres follar es que eres la más sucia, la más abyecta y la más despreciable de las bestias.
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