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Columna
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Retráctate

Periodistas científicos independientes fundan una web que se dedica en exclusiva a detectar y visibilizar las retracciones de ‘papers’, o artículos profesionales revisados por pares

Portadas de revistas científicas.
Portadas de revistas científicas.EL PAÍS
Javier Sampedro

De las muchas lecciones que la práctica científica puede ofrecer a otros sectores de la vida, la más importante es seguramente la retracción pública de los errores. Una medición puede estar mal tomada, una interpretación puede estar sesgada y una teoría estar equivocada, como le puede ocurrir a un economista o a un político. La diferencia es que la ciencia exige a sus practicantes que reconozcan su error con balcones a la calle y lujo de decibelios. ¿Han escuchado a un economista o a un político reconocer que se equivocaron, que resbalaron, que mintieron? Ya me imaginaba que no.

Y el asunto es vital porque, al igual que los traumas no superados dañan la psicología de las personas, los errores no reconocidos se enquistan en el pensamiento colectivo y entorpecen la comprensión del mundo durante décadas o siglos. Veamos, entonces, cómo la ciencia está gestionando el arte dificultoso de decir “me equivoqué”.

Las revistas técnicas publican de forma rutinaria las retracciones de los autores, pero el resto de los investigadores pueden enterarse o no, y es asombrosa la cantidad de zombie papers, como se conoce a los casos en que los datos retractados permanecen incrustados en la literatura del sector. Retraction Watch es un sitio web fundado por periodistas científicos independientes que se dedica en exclusiva a detectar y visibilizar las retracciones de papers, o artículos profesionales revisados por pares, el alma de la publicación científica. Está ahora mismo en negociaciones para colaborar con Crossref, otra web no lucrativa de creciente influencia en este ámbito. Su objetivo es cruzar la base de datos de 42.000 retracciones que atesora la primera web con el eficaz sistema de identificación de objetos digitales que ha desarrollado la segunda. El consorcio, financiado con 720.000 euros para cinco años, mantendrá una base de datos pública y actualizada sobre las retracciones. Los científicos no tendrán la menor excusa para ignorar los errores reconocidos por sus colegas.

Curiosamente, la gran ventaja de Retraction Watch es que está curada (en el sentido museístico) por personas expertas. Los intentos de automatizar el proceso no han funcionado bien hasta ahora. Puedes obtener listas de artículos retractados, pero no entiendes por qué lo fueron. Y el objetivo de esta web es precisamente conocer la razón de la retracción, de manera que cualquier científico de esa área pueda corregir su pensamiento de forma fructífera. No es un trabajo para científicos, sino para periodistas. Y la forma en que se financian estas webs es en sí misma un ejercicio de creatividad.

No hacemos más que quejarnos de la niebla gris de mentiras que nos sepulta en estos tiempos de polarización política y ferocidad digital. Podemos hacer algo más. Los datos falsos y las teorías perversas no se van a extinguir por sí mismas. Hay que ir a por ellas aposta, revelarlas al público e iluminarlas con cien cañones de rayos láser por banda. La ciencia nos enseña que la verdad no es el promedio de lo que dice un medio y lo que dice otro. La verdad está ahí fuera, en el mundo real, en la ciencia y el conocimiento, en el análisis inteligente de los problemas complejos. He aquí una tarea para la que seguimos necesitando el entendimiento humano. Y 720.000 euros.

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