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columna
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Ten fe en ti

Hasta en tus aparentes días de mierda, esos días que parecen que pasan iguales haciendo lo mismo, hay 15 minutos gloriosos que merecen el recuerdo

Raúl Cimas y Esperanza Pedreño Poquita fe
Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, protagonistas de 'Poquita fe'.
Manuel Jabois

Del célebre inicio de Corazón tan blanco, de Javier Marías, siempre se me ha quedado fijada en la memoria la imagen del padre que llega al cuarto de baño de la hija que se acaba de suicidar, y en medio del shock el hombre repara que aún tiene la comida en la boca (se encontraba toda la familia cenando). “Cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él”. El párrafo es una obra maestra por muchas razones, pero que Marías haya incrustado ese momento cómico en una tragedia mayor y consiga que la tragedia no deje de serlo aún con la comedia dentro es sublime. Es un puntilloso retrato de la vida, ni más ni menos; no hay ningún control sobre ella, y si el foco se abre nos encontramos exactamente eso, la tragedia y la comedia superponiéndose todo el tiempo a veces con sincronización macabra, otras divertida.

En Poquita fe, la serie de Pepón Montero y Juan Maidagán que puede verse en Movistar +, un personaje recibe una llamada por teléfono y le dan la noticia de la muerte de su madre; él, mientras, está comiendo un kebab. Un kebab con mucha salsa, como denuncia el dependiente (“me dijo que le pusiera mucha”), por tanto el pobre hombre rompe en llanto con la comida en la boca y la salsa desparramándose primero por la ropa, y luego directamente por el suelo del local (“esto está peor que un sábado por la noche”). La serie carga el peso en la comedia, pero lo que cuenta es cierto: cuando nos dan una noticia así, ¿quién tiene el valor de preguntar qué estábamos haciendo, y a quién le importa? Al despedirse de sus compañeros de trabajo, guardias de seguridad, se produce otro momento cómico absolutamente verosímil: los compañeros dudan en abrazarlo, el hombre está lleno de salsa y ellos tienen que volver al trabajo con su uniforme impoluto. Finalmente, se atreve uno, y los otros dos se abrazan a ese hasta formar una piña de tal forma que sólo se manche el primero.

Poquita fe es la historia de un matrimonio contada en 12 capítulos (12 meses) de 15 minutos cada uno, protagonizada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, un matrimonio aparentemente gris que enseña verdades clamorosas de una manera tierna y absoluta; que en la rutina, en el día a día, en el aburrimiento, no dejan de pasar cosas estupendas, delirantes, divertidas, casi aventuras heroicas (el momento del cuadro de Franco me tuvo diez minutos rodando por el suelo). Es una serie tan realista que te obliga a la carcajada culpable, una serie de una formidable diversión porque es dificilísimo no reconocerse en algún momento, y no reconocer de paso que hasta en tus aparentes días de mierda, esos días que parecen que pasan iguales haciendo lo mismo, hay 15 minutos gloriosos que merecen el recuerdo. No hace falta irse de vacaciones, ni salir del barrio, a menudo ni siquiera salir de casa. Hay que quererse, siempre hay que quererse (si no tienes pareja siempre puedes querer a tus vecinos), y con esos mimbres, unos suegros de subirse por las paredes y mucho talento de quien interpreta y quien dirige, se consigue hacer del matrimonio más soso el matrimonio protagonista de la mejor y más original serie española del año.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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