Llorar de la risa con ‘Poquita fe’
Con capítulos de menos de 20 minutos que apuestan por un costumbrismo pocho y triste esta original comedia se regodea en el terrazo, en el gotelé, en la cabeza de gamba en el suelo
Lejos quedan aquellos tiempos en los que Movistar Plus+ hacía grandes producciones como La zona o La peste. Lejos quedan, incluso, Antidisturbios, Arde Madrid, o La fortuna. Lejos quedan todas esas series caras. Que son mejores, peores, más entretenidas o más aburridas, pero que ante todo son caras. Por lo visto, las que mejor le han funcionado a la plataforma son las comedias, porque los españoles al final somos el Club de Amigos de la Cuchufleta. Funcionaron muy bien —según fuentes bien informadas— Vergüenza y Mira lo que has hecho. Los lanzamientos originales de Filmin (Doctor Portuondo, Autodefensa, Oswald: el falsificador) carecen de los valores de producción que puedan tener las series de HBO o Netflix, pero se apoyan en un código compartido con su público y en una trama que facilita una puesta en escena digamos económica. Movistar Plus+ parece haber replicado la fórmula con Poquita fe, la nueva creación de la impagable dupla formada por Montero y Maidagán. Capítulos de menos de 20 minutos que apuestan por un costumbrismo pocho y triste que parece heredado de las personalísimas películas de Juan Cavestany (Dispongo de barcos, Gente en sitios) y que se regodea en el terrazo, en el gotelé, en la cabeza de gamba en el suelo.
Antes de Poquita fe, Montero y Maidagán crearon Justo antes de Cristo, una comedia peplum protagonizada por Julián López (el día que este actor haga drama será cuando la crítica se dé cuenta de que es un intérprete al que tener en cuenta) cuyo humor no radicaba en el anacronismo sino en construir una serie “de romanos” basándose en el costumbrismo. Pero las series de romanos son caras, por más que el director cierre el plano. Poquita fe está más cerca de Camera Café que de Justo antes de Cristo, pero aún está más cerca de la infravalorada Los del túnel.
Protagonizada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, cuenta con uno de esos repartos (tan comunes en esta pareja creativa) formados por rostros atípicos de gran talento, entre los que cabe destacar a Chani Martín, Pilar Gómez y, por supuesto, a Marta Fernández Muro. Casi todo el elenco está brillante. Es inexplicable que haya actores que sólo trabajen cuando les llaman Montero y Maidagán, Juan Cavestany o Álex de la Iglesia.
La trama es la quintaesencia de lo ya visto: la vida de una pareja. En este caso, durante 12 meses. A caballo entre un falso documental (qué hay más barato que eso) sobre la vida de José y Berta (un guardia de seguridad y una profesora de guardería) y una sitcom al uso —combinación ganadora como en Selfie (Víctor García León) o la citada Vergüenza—, Poquita fe triunfa por cómo cuenta algo tan trivial y cotidiano. Los personajes son gente normal, pero son todos unos anormales en los que todos nos podemos ver reconocidos. Las situaciones son normales también, pero llegan a extremos delirantes que jamás pierden el pie en lo posible, en lo que podría pasar. El primer capítulo aparenta ser arrítmico y anticlimático hasta que el espectador entra en el juego. Cada situación se amplía con los testimonios de todos los que pasan por allí: los protagonistas (por supuesto), los secundarios, y también el empleado del banco, el presidente de la comunidad, unos turistas en Tailandia, un profesor de reiki, o un señor sentado en la única silla de una oficina bancaria. Poquita fe te lleva sin pompa ni preámbulo del estupor a la identificación, y de ahí a la risa. A llorar de risa. ¿Qué hay mejor que eso?
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