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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Debilidad de la industria

La covid, la fragmentación económica y la crisis energética están afectando al sector en todo el mundo

Planta de producción de Opel en Figueruelas, Zaragoza.
Planta de producción de Opel en Figueruelas, Zaragoza.Javier Cebollada (EFE)
El País

El parón que experimenta la industria española en los últimos cuatro meses es buen reflejo del complejo momento que atraviesa el sector a escala europea y global. Después de superar el golpe que supuso la pandemia de la covid-19 para la producción, la ruptura de las cadenas de suministro y la creciente fragmentación geoeconómica, la guerra en Ucrania provocó una crisis energética que golpeó duramente al sector. Cuando parecía que todo había quedado atrás, la debilidad que muestran los grandes exportadores mundiales —China y Alemania, fundamentalmente— revela que todos estos episodios están teniendo efectos mucho más duraderos de lo previsto.

La industria marcó un crecimiento cero en el segundo trimestre, su peor resultado en 27 meses, y ha sido la actividad con menor aportación al PIB español en ese periodo, además de anotar una pérdida de 64.500 ocupados. Ya en junio, la tendencia persistía y el índice de producción industrial registraba una caída interanual del 3%. Pero es evidente que no se trata de un fenómeno específicamente español. El propio Fondo Monetario Internacional (FMI) certificaba el pasado julio que la debilidad de la industria manufacturera global contrasta con la resiliencia del sector servicios en todos los países del G-20, por un lado, y con la solidez del mercado laboral en las economías avanzadas, por otro. No obstante, los datos más recientes muestran que el freno en la actividad manufacturera empieza a contagiarse también a los servicios en nuestro entorno más cercano y, con ello, crece el temor a que la eurozona pueda entrar en números rojos en este tercer trimestre.

Los datos adelantados del índice de gestores de compra (PMI) publicados este miércoles muestran que la actividad del sector privado de la zona euro se ha deteriorado sensiblemente durante el mes de agosto, cuando además de la caída de la actividad en el sector manufacturero también se ha registrado un empeoramiento en el sector servicios, lo que sugiere que el PIB se contraerá un 0,2% en el tercer trimestre. La industria es muy sensible a las variaciones de precios y de tipos de interés, que afectan directamente a las decisiones de inversión, por lo que es lógico pensar que el notable endurecimiento de las condiciones monetarias globales desde mediados de 2022 ha terminado enfriando la actividad en el sector industrial. Habrá que ver si los banqueros centrales, que se reúnen esta semana para analizar la situación en Jackson Hole (Wyoming), hacen referencia a alguno de estos factores en sus claves sobre la política monetaria de los próximos meses.

En todo caso, la debilidad de la industria mundial es consecuencia de varios factores y no es fácil que a corto plazo asistamos a un cambio de tendencia sostenido. Los consumidores siguen priorizando el gasto en servicios en detrimento del gasto en bienes duraderos u otros bienes de consumo, como el textil, según apuntan diversas encuestas de confianza. Parte de esta menor demanda viene condicionada por los elevados tipos de interés y el encarecimiento de los bienes, lo que seguirá pesando sobre la producción manufacturera hasta que el sesgo se corrija. También son importantes los cambios estructurales que sufren sectores con gran efecto arrastre para la industria, como el automovilístico, responsable de alrededor del 10% del PIB y del 18% de las exportaciones en el caso español. Cabe esperar que los fondos europeos, como también está haciendo Estados Unidos con su industria, acaben surtiendo efecto tarde o temprano y permitan revertir la actual tendencia.


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