Las urnas, Ken e Indiana Jones
Como no podemos llamar al voto, llamaremos al menos a ir al cine para ver cómo la inteligencia derrota a los nazis malvados. Qué grande es el cine
En estos días raros en que conviven el estreno de Barbie y las elecciones, quién sabe si por lo uno o por lo otro, lo cierto es que el algoritmo de Movistar nos ha devuelto Los idus de marzo, gran película en la que el mejor Ryan Gosling interpreta a un joven asesor del candidato presidencial. No sabemos si aguanta Gosling en el papel de Ken, el hombre objeto de la muñeca más cursi, pero el cine está abarrotado estos días de adolescentes que hacen cola luciendo colores rosa y violeta hasta en las palomitas mientras unos pocos boomers entramos en las salas vacías a ver a Indiana Jones. Como Harrison Ford, estamos viejos.
Pero volvamos a Los idus de marzo, digna de recuperar estos días para darnos cuenta de todo lo que ha empeorado desde que vio la luz, en 2011. Más tarde volveremos a Indiana Jones. La película retrata la corta distancia entre la ilusión y el cinismo, los trapos sucios que se mueven tras el telón de unas primarias en EE UU donde el candidato es tan atractivo como el actor que le encarna, George Clooney. Los asesores manipulan ahí sin escrúpulos y medran a placer. Pero todo ha evolucionado tanto en el mundo real que los manejos de esta película parecen hoy un curso de parvulitos comparado con lo que estamos viendo.
2011: no habían llegado Trump, ni el Brexit, ni la multiplicación de bulos en redes, ni los mensajes cortos y simplones en tuits, como no había empezado la era del odio que ha polarizado la sociedad.
— Mírate, ya eres todo un adulto —dice Philip Seymour Hoffman, otro grande, aquí en el papel de asesor decapitado por las maquinaciones de su subordinado, Ryan Gosling.
— Es que aprendí del mejor.
La puñalada trapera y a escondidas era entonces la mácula en un universo que, al menos en apariencia, pretendía ser perfecto, de progreso, de derechos y limpio de cualquier exclusión.
Hoy, las puñaladas se dan a plena luz. El odio se proclama y además da votos. El machismo se airea y se saca a relucir sin pudor. La xenofobia también.
Es día de reflexión y por ello pasaremos de puntillas sobre las siglas políticas. Como no podemos llamar al voto, llamaremos al menos a ir al cine para ver cómo ese Indiana Jones ochentón recupera las ganas y el sombrero para enfrentarse así, con la única arma de su inteligencia, a esos malvados nazis que intentan regresar a 1939. Qué grande es el cine. Y qué grande es la inteligencia. Hoy, Oppenheimer. Y mañana, a votar. Con la mano en la cabeza y en el corazón.
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