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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cumbre geopolítica

El encuentro UE-Celac abre la esperanza de cerrar el acuerdo sobre Mercosur a pesar de la cautela sobre Ucrania

Guerra en Ucrania
Desde la izquierda, el presidente de Argentina, Alberto Fernández; el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves; y los presidentes del Consejo Europeo, Charles Michel, y de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ayer en Bruselas.OLIVIER MATTHYS (EFE)
El País

La Unión Europea tenía por sí sola sobrados motivos y estímulos para dedicar todos sus esfuerzos al éxito de la cumbre con la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), inaugurada como institución en 1999 con el incumplido propósito de reunirse cada dos años y materializada solo en dos ocasiones anteriores. Han sido la guerra de Ucrania y la fuerza expansiva de China en el subcontinente americano las que han proporcionado un impulso quizás decisivo. Es incomprensible una UE con vocación de protagonismo global y pretensiones de autonomía estratégica que mantenga a la vez una actitud de indiferencia o, al menos, de insuficiente atención respecto a un conjunto de países histórica y culturalmente tan cercanos, y de valores y sistemas políticos tan similares, y que en cambio haya visto cómo en los dos decenios transcurridos desde aquella cumbre inaugural China la ha superado en sus relaciones comerciales con el subcontinente.

La pieza de mayor peso de la cumbre es la discusión sobre el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur, alcanzado hace cuatro años pero que no ha entrado en vigor, pendiente de ratificación. Tras 20 años de negociaciones con la organización que agrupa a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, su ratificación quedó paralizada con la llegada del negacionista climático Jair Bolsonaro a la presidencia del Brasil, la acumulación de reticencias en el Parlamento Europeo y la exigencia de mayores compromisos con la reforestación y los acuerdos de cambio climático por parte de países como Francia, Países Bajos, Irlanda y Austria. Si se consigue su entrada en vigor a finales de este año, tal como han expresado con optimismo la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, será el mayor acuerdo comercial de la UE por volumen de intercambios comerciales, con el que se podrá intentar recuperar las posiciones perdidas respecto a China.

Tiene todo el sentido que la UE disponga también de una alternativa a la Nueva Ruta de la Seda promovida desde Pekín, como será el paquete de inversiones por valor de 45.000 millones de euros, con participación de la Comisión, bautizado como Portal Global europeo o Global Gateway. La actitud comprensiva que ha encontrado la guerra de Putin entre algunos gobiernos latinoamericanos se explica por su voluntad de agradar a Xi Jinping, valedor del presidente ruso y a la vez gran inversionista latinoamericano, pero también por la dejadez diplomática europea respecto a América Latina. El lamentable reflejo de tal negligencia ha sido la ausencia del presidente Volodímir Zelenski, que había manifestado su interés en intervenir ante la cumbre, y sobre todo el comunicado final, condicionado por la cerrada actitud de Nicaragua en favor de Putin, hasta el punto de retirar la firma de la tibia declaración en la que se defiende el orden internacional basado en reglas y se expresa la preocupación por la guerra, sin una condena explícita ni directa de la invasión rusa.

Es evidente la falta de atención histórica por parte de la UE a sus flancos mediterráneo y latinoamericano, precisamente los que mayor interés tienen para España. Más allá de los resultados inmediatos y sobre todo del ambiguo comunicado final respecto a Ucrania, el éxito de esta cumbre deberá medirse por su capacidad de institucionalización y seguimiento, y sobre todo por un cambio de actitud geopolítica por parte de la entera UE hacia un conjunto de países que debieran contar como estrechos aliados y socios en el orden internacional que surja tras el fin de la guerra de Ucrania.

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