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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Huelga de sueños

El paro masivo de actores y guionistas de Hollywood puede lograr un histórico apagón del entretenimiento global

Manifestación de actores en huelga frente a las oficinas de Netflix en Los Ángeles.
Manifestación de actores en huelga frente a las oficinas de Netflix en Los Ángeles.MIKE BLAKE (REUTERS)
El País

La industria del entretenimiento de Hollywood se ve abocada a una paralización casi total de su producción después de que el sindicato de actores, el más numeroso del negocio, votara el jueves a favor de una huelga indefinida total como medida de presión para renegociar los convenios con las grandes productoras. El sindicato SAG-AFTRA agrupa a más de 160.000 profesionales, desde locutores o especialistas de acción hasta estrellas millonarias, de los cuales unos 65.000 que dan la cara en cine y televisión están llamados a la huelga. La protesta coincide con la que mantiene el Sindicato de Guionistas, con más de 11.500 profesionales en huelga total desde el pasado mayo reclamando mejoras salariales. Los actores no iban a la huelga desde hacía cuatro décadas. La última vez que pararon al tiempo los dos gremios fue hace 60 años. Un acuerdo para mejorar el convenio de los directores el pasado junio evitó que los tres grandes sindicatos coincidieran en huelga a la vez. Hollywood está incendiado. Las repercusiones son globales porque sus productos son globales, parte inextricable de nuestra vida diaria. La enorme proyección pública de su trabajo permite, además, ver en el conflicto una ambición de convertirse en paradigma de la lucha contra la precarización del trabajo creativo como consecuencia de la digitalización.

Los actores centran sus exigencias en una mejor remuneración base y, sobre todo, por las ventas secundarias del producto. Tras la era del DVD, estamos en un cambio de época. Gracias al streaming, una tecnología no tan desarrollada en la anterior negociación colectiva, en 2017, las productoras pueden exprimir el producto de forma global, eterna, instantánea y ubicua, así como volver a vender todo su catálogo cuantas veces quieran. Otro punto de fricción es conseguir un marco de garantías contra el abuso de la inteligencia artificial, que amenaza con sustituir partes del trabajo de actores y guionistas por igual. Los profesionales de cualquier industria intelectual se pueden reconocer estos días en los temores de los trabajadores de Hollywood.

Frente a lo que pueda parecer en un negocio tan dependiente de la creatividad individual, Hollywood existe como industria en parte gracias a que está fuertemente sindicalizado. En SAG-AFTRA están desde secundarios en paro hasta Meryl Streep, y lo mismo sucede en todos los gremios, desde directores hasta electricistas. Su gigantesca producción y la riqueza que genera, no solo en el sur de California, sería inexplicable sin cientos de miles de profesionales de clase media de los que nadie ha oído hablar. La era de la digitalización amenaza seriamente con demoler ese ecosistema y condenarlos a la precariedad o el estrellato. Esta huelga no es solo para una subida de sueldos, sino para garantizar el equilibrio de poder entre estudios y trabajadores.

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La actriz Fran Drescher (conocida por La niñera) dijo al anunciar la huelga: “El mundo nos mira. Lo que nos pasa a nosotros está pasando en todos los trabajos. Cuando los patronos convierten la bolsa y la codicia en su prioridad, y se olvidan de quiénes son los trabajadores esenciales para que la máquina funcione, tenemos un problema”. Gracias a su enorme predicamento social, los actores pueden conectar con un consumidor acostumbrado en los últimos años a recibir entretenimiento de calidad instantáneo en su teléfono móvil, sin ser consciente de que detrás de ese chiste o esa escena sobrecogedora que recordarán toda la vida hay personas que hacen la compra y pagan el alquiler. Con su huelga, los actores de Hollywood ponen su rostro al servicio de una historia global, con la que el público puede empatizar, que nos mantiene en vilo y de la que nadie puede intuir el final.


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