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Columna
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Feijóo, al timón del narcotraficante

En tiempos de sus primeros cargos en la Xunta y en el Gobierno de Aznar, el candidato del PP fue íntimo del narcotraficante Marcial Dorado

Alberto Núñez Feijóo, en el yate del narcotraficante Marcial Dorado (al fondo), en una foto fechada en el verano de 1995.
Alberto Núñez Feijóo, en el yate del narcotraficante Marcial Dorado (al fondo), en una foto fechada en el verano de 1995.
Xavier Vidal-Folch

Historia del candidato dura 10 minutos. Oigan esta hagiografía (vida de santo, en su etimología griega) de Alberto Núñez Feijóo en la web del PP. Vale la pena. Hemos leído muchos relatos encomiásticos; pocos escritos por el biografiado. Desmenuza siete momentos clave de su vida: su infancia en la aldea; la humilde familia; su vocación de juez; su paso a la política, “algo que no quería”... Hay que tener arrojo para ensalzarse así.

En aras de la transparencia, ese paso (“para que conozcáis mejor la persona que hay detrás de Feijóo”, así lo explica) exigiría también poner luz a los episodios de otro rincón que queda oscuro, detrás de él: su relación con el contrabandista y narcotraficante Marcial Dorado, que fue condenado a 14 años de prisión al ser pillado traficando con seis toneladas de cocaína.

Antes de ese final, Feijóo, en tiempos de sus primeros cargos en la Xunta y en el Gobierno de Aznar, fue íntimo de Dorado. Lo acreditan las fotos de sus recreos en cubierta de uno de los yates del delincuente, junto al delincuente. Pero, sobre todo, el hecho categórico de que en una de ellas apareciese al mando del timón, una confianza que se reserva a los más troncos. Y sus estancias en las mansiones del sujeto en la isla de Arousa y en Baiona, sus fiestas compartidas de Nochevieja y sus viajes conjuntos a Portugal y Andorra, entonces emporio de la evasión fiscal.

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El líder gallego defendió que eran relaciones circunstanciales. Algo curioso, dada su asiduidad. Nunca las explicó de verdad, si es que son explicables. Nunca es nunca. Lo sorprendente es que no se haya profundizado en su naturaleza: ¿por el dominio del mundo mediático que ejerce el conservadurismo gallego? ¿Por la distinta percepción que la proximidad dispensa a veces al contrabandismo? ¿Por el paso del tiempo, que no todo lo sepulta, como bien se encarga de resaltarlo el propio afectado —para lo que le conviene—, en su autohagiografía?

Ahora conviene aún más extremar la transparencia. Pues Feijóo tiene una posibilidad significativa de ascender al poder en toda España. ¿Qué diría el mundo político finlandés, o de casi cualquier otro país de la UE, en un caso similar de un aspirante a primer ministro que frecuentase esas amistades peligrosas? ¿Qué haría, y cómo, la prensa española, si apareciesen imágenes de Pedro Sánchez timoneando el yate de un narcotraficante?

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