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VENEZUELA
Tribuna
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Venezuela, ¿otro día de la marmota?

El país, lamentablemente, es un ejemplo de lo relativamente sencillo que es desmontar una democracia y lo retador que resulta retomarla

Una familia camina frente a un mural con el rostro del expresidente Hugo Chávez, este lunes en Caracas
Una familia camina frente a un mural con el rostro del expresidente Hugo Chávez, este lunes en Caracas.Ariana Cubillos (AP)

El exdiputado Juan Guaidó salió finalmente de Venezuela y sin fecha de retorno a un exilio que fue augurado desde 2019. El fin de la era Guaidó permite reiterar la pregunta sobre cuál es el camino para retomar la democracia en el país. La ruta electoral es plausible, pero es larga, no está exenta de riesgos y obstáculos.

Cuando se hace referencia a Venezuela, en algunos escenarios solemos escuchar que venimos del futuro y más de una vez nos identificamos con ese rizo del tiempo de la película El día de la marmota, en la cual el protagonista vive el mismo día una y otra vez, sin posibilidad de avanzar aunque haga muchas actividades.

Tales comparaciones sobresimplificadas implican que el país es una especie de laboratorio político, donde se han vivido anticipadamente fenómenos como polarización política, populismo autoritario, fake news y fabricación de hechos alternativos. Además de que es un espacio en donde ocurren situaciones insólitas, entre esas el Gobierno interino, que terminan en un fracaso y nos alejan cada vez más de la meta de volver a la democracia.

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Venezuela, lamentablemente, es un ejemplo de lo relativamente sencillo que es desmontar una democracia y lo retador que resulta retomarla.

Con la salida de Guaidó concluye una de las pruebas más extremas que hayamos vivido: un Gobierno interino que fue respaldado por más de 60 países que desconocían al mandatario Nicolás Maduro. Cuando Guaidó se proclamó presidente interino en 2019, expuso su mantra: cese de la usurpación, Gobierno de transición y elecciones libres. La ventana de oportunidad se cerró en menos de tres meses, aunque el interinato sobrevivió cuatro años.

El cese formal del interinato en diciembre de 2022 no fue seguido de un plan político. En enero de 2023, la mayoría de la oposición representada en la Asamblea Nacional de 2015 escogió como líder a la parlamentaria Dinorah Figuera, quien está exiliada en España. La propuesta que se enunció fue: consolidar la unidad, despartidizar los activos (recursos públicos en el extranjero) y rendir cuentas.

Solo me voy a referir al asunto de la unidad en la oposición por considerar que es clave para reencauzar la lucha por la democratización.

La posición de los partidos políticos mayoritarios es ceñirse a la vía electoral. El ciclo electoral contempla primarias opositoras en octubre de este año, elecciones presidenciales en 2024 y parlamentarias en 2025.

Es una propuesta razonable aunque llena de obstáculos. Al no haber garantías de integridad, se pasó de una petición de elecciones libres y verificables con estándares internacionales, a solo elecciones en las mejores condiciones posibles.

Hay discrepancias sobre el objetivo de las primarias. El proceso es tan frágil que se teme que en cualquier momento sea abortado. Sin embargo, cuenta con una gran ventaja: la comisión a cargo de la organización, encabezada por José María Casal, está integrada por varios de los venezolanos con mayor reconocimiento en sus respectivas áreas.

Entre aproximadamente 10 precandidatos que han expresado su intención de postularse a esta contienda interna, quien se erige como favorita para ganar es María Corina Machado, una líder radical, que no ha cedido un ápice en su enfrentamiento con el Gobierno de Maduro. Esto la acerca a los votantes que en las encuestas han expresado su hartazgo con la dirigencia política, pero, de acuerdo con sus rivales, aleja la posibilidad de que, si eventualmente ganara, pudiese ser una opción en la elección presidencial, especialmente, porque el madurismo no la dejaría llegar.

El otro candidato que puntea encuestas es un cómico muy popular que es conocido por su personaje irreverente El Conde del Guacharo. Como político, Benjamín Rausseo evita pronunciarse sobre temas polémicos, como es la relación con Cuba. Esa renuencia puede deberse a que goza de simpatías en la base chavista. Entra en la categoría outsider, una posibilidad pronosticada dado el clima de descontento en el país. Por otro lado, otro aspirante como es Henrique Capriles Radonski, excandidato presidencial, está inhabilitado políticamente.

Hay otros grupos de oposición, que si bien no tienen muchos votos y no van a participar en las primarias, tienen algún tipo de influencia y relaciones con el Gobierno de Maduro. Su hipótesis es aceptar que el autoritarismo tiene el poder, lo cual plantea una cohabitación, con pocas posibilidades de cambio de sistema. En esta línea se están orientando algunos sectores empresariales. Desde mi perspectiva es el escenario que se vivió con Daniel Ortega, en Nicaragua, antes de 2018. Y ya sabemos en qué terminó.

Mientras, no hay un consenso dentro de la oposición sobre qué hacer para volver a la democracia y que ese acuerdo sea ejecutable; en el lado del madurismo no solo se estabilizaron, sino que despliegan acciones diplomáticas, para acercarse a países que no le reconocen. Sobre todo, buscan lograr que Estados Unidos alivie las sanciones sectoriales. Tienen un canal de conversación con el Gobierno de Joe Biden por negociaciones para intercambios de presos de nacionalidad estadounidense. El enviado presidencial de Estados Unidos para rehenes, Rogers Carstens, ha estado muy activo en este tipo de conversaciones.

Por si fuera poco, la crisis venezolana ha generado un agotamiento en aliados internacionales. La reunión política en Bogotá, organizada por el Gobierno de Petro el 25 de abril fue considerado un encuentro con pocos resultados. Uno de sus asistentes me explicaba que no solo fue desordenada, sino que realmente el poder de cualquier acuerdo pasa por los Estados Unidos.

¿Entonces, se preguntarán, no hay nada que hacer?

Al contrario, creo que ahora es cuando más de se debe hacer, pero teniendo en cuenta que la ruta electoral es tortuosa, que los aliados internacionales, entre ellos España, deben tener presente que en el Gobierno de Maduro hay presos políticos, víctimas de tortura y ha habido violaciones de derechos humanos; que los partidos políticos necesitan hoy apoyo como columna central para organizar la movilización de electores.

En El Día de la marmota se rompe el hechizo cuando el protagonista cambia de verdad. En este caso, les toca a los líderes y dirigentes políticos venezolanos ser los motores de ese cambio interno. Una exigencia que, percibo, les están haciendo desde distintos sectores, entre ellos los venezolanos de a pie.

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