Bolsonaro se desmorona entre los suyos y revoluciona el mundo político
Lo que empieza a aparecer cada día más claro es que este tercer mandato de Lula podría ser el último no solo de la izquierda sino también dominado por el Partido de los Trabajadores en Brasil
Brasil vive un momento crucial en su política luego de que el líder de la extrema derecha, Jair Bolsonaro, ha empezado a desmoronarse. El expresidente también es acosado por 20 procesos judiciales en curso. El que la policía haya entrado en su casa y recogido su móvil, pasaporte y sus armas, de ser investigado por supuestamente haber falsificado su certificado de vacuna contra la covid, de ser el mentor del fallido golpe de Estado del pasado 8 de enero, ha revolucionado a toda la clase política.
El haberse quedado, por ejemplo, sin pasaporte para poder salir de Brasil le ha impedido ya viajar a Portugal para participar a la reunión de la extrema derecha europea, misma que se estaba organizando en Lisboa. Ha sido un golpe duro que lo ha debilitado incluso ante sus más fervorosos seguidores.
Eso está llevando a la clase política, sea a las fuerzas de la derecha no golpistas como a las de centro, a buscar alternativas al liderazgo de Bolsonaro, quien sería usado solo como animador de las próximas elecciones municipales. Y eso si antes no acaba en la cárcel.
Bolsonaro va a seguir, incluso encarcelado, a mantener su núcleo duro de fieles de derecha fascista que no van a abandonarlo y seguirán a hacer ruido en las redes sociales. Pero su liderazgo a escala nacional se está eclipsando y las fuerzas políticas se están recolocando.
Esa situación puede afectar también en este momento al nuevo Gobierno progresista que sigue encontrando dificultad en dominar el Congreso y en aprobar sus propuestas, ya que continúa sin mayoría y con dificultad hasta para aprobar la nueva ley económica.
Lo que empieza a aparecer cada día más claro es que este tercer mandato de Lula podría ser el último no solo de la izquierda sino también dominado por el Partido de los Trabajadores, que sigue anclado en su política de una izquierda cada vez más difícil de conseguir mayoría en el país.
Si Lula esta vez consiguió volver al poder fue precisamente porque tuvo la intuición de hacer un Gobierno inclinado al centro recogiendo así los votos de quienes no querían ni a la derecha fascista de Bolsonaro ni a la izquierda de su viejo partido.
Y es ese centro el que parece empezar a consolidarse cada vez con más fuerza y que empieza a vislumbrar hasta como un centro derecha que hoy domina ya el Congreso.
Ello quizá explique el que se intente convencer a Lula de hablar menos de la guerra de Ucrania y de preocuparse de su liderazgo mundial, que ese ya lo tiene, y centrarse en gobernar internamente poniendo en marcha una Administración que cuenta con un abanico de ministros preparados y con programas que si consiguiera aprobar en el Congreso supondrían un salto cualitativo en la política en general. Esa política que fue envenenada durante los cuatro años del desastroso Gobierno bolsonarista.
Lo que aparece cada vez más claro es que el electorado brasileño está cansado de los extremos y de las disputas políticas internas de los partidos y quiere acciones concretas. Desde la bajada de la inflación que castiga desde a la clase media como a las franjas más pobres, que son millones, a la posibilidad de encontrar trabajo para todos, especialmente para las nuevas generaciones que son las más sacrificadas y que podrían acabar rechazando a la política como algo que no les pertenece. O peor aún que acaben considerando a la política y a los valores democráticos como algo que no les atañe, ya que no les abre horizontes nuevos de esperanza.
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