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Columna
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Gobierno de clones

Es una tendencia en todas las democracias: independientemente del baile estrambótico de siglas, la izquierda se homogeneiza

Irene Montero, ministra de Igualdad
La ministra de Igualdad, Irene Montero, atiende a los medios en el Congreso.J C hidalgo (EFE)
Víctor Lapuente

Viajas a un país que ha pasado una grave crisis constitucional, donde la recuperación pospandemia está amenazada por la inflación y una guerra en el continente, y que sufre una fuerte desigualdad tanto entre personas como territorios. Y te dicen:

—La mayor diferencia política entre los socios del Gobierno es que unos optan por endurecer las condenas de unos delitos mediante la figura jurídica del agravante y los otros por crear un subtipo penal, aunque sus efectos legales serían casi idénticos en la mayoría de casos.

¿Qué pensarías? Porque que la violencia e intimidación constituyan un agravante de las agresiones sexuales (como proponen Podemos, ERC y Bildu) o un subtipo agravado (como quiere el PSOE, siguiendo la legislación anterior, pero sin alterar el consentimiento de la ley del sólo sí es sí) es una diferencia minúscula en un universo infinito de soluciones legislativas.

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En general, cuesta encontrar desacuerdos sustantivos en la izquierda. Las divergencias —en, por ejemplo, los mecanismos de control de los precios del alquiler o los impuestos a las grandes fortunas— entre la quincena (o más) de formaciones de izquierdas en España son nimias en comparación con los abismos que había hace años entre las corrientes dentro de un solo partido —por ejemplo, entre un Solchaga y un Guerra—. Paradójicamente, cuantos más partidos tenemos en la izquierda, menos diferencias hay entre los mismos.

Es una tendencia en todas las democracias: independientemente del baile estrambótico de siglas, la izquierda se homogeneiza. En el arco izquierdo del Parlamento Europeo, hace un tiempo habitaban animales políticos variados: más o menos europeístas y más o menos liberales en asuntos sociales. Hoy el retrato robot del europarlamentario, y del político continental de izquierdas se ha estandarizado: es un europeísta, liberal en lo social e intervencionista en economía. También en EE UU: los demócratas, que antes tenían a escépticos de algunos derechos civiles o del Gobierno federal, ahora son más compactos.

Las diferencias están ahora en la derecha. Con el ascenso de los partidos ultra, proliferan los pactos, de Castilla y León a Laponia, entre políticos con visiones opuestas del Estado, la religión, el mercado o la inmigración.

Es en la derecha donde habrá más coaliciones Frankenstein. Y, en la izquierda, más gobiernos de clones. @VictorLapuente


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