Venezuela, una herida que camina
Fabiola Ferrero es la primera fotógrafa venezolana en ser reconocida con el World Press Photo. Su trabajo abarca los últimos seis años, los duros años de las “impactantes imágenes desde Venezuela” que han enunciado los noticieros de televisión, en los que se volvió un desafío y una engañosa tentación contar al país con una sola foto
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Fabiola Ferrero (Caracas, 1991) va a todos lados con el primer tomo de la poesía completa de Eugenio Montejo en una bolsa ziploc. Cuando siente que está perdida y no sabe donde encuadrar su cámara, lee un poco para enfocar. Así llegó a la serie de fotos con la que hace unos días fue reconocida con el World Press Photo en la categoría de proyecto de larga duración, siendo la primera fotógrafa venezolana que recibe este galardón. En la foto que abre la selección titulada “No oigo los pájaros” aparece una mujer con un morral sobre los hombros desnudos de un hombre mientras cruzan el río Táchira hacia Venezuela.
“Esa foto la hice en la frontera, en plena pandemia, para la revista Time. El río estaba crecido, los trocheros ayudaban a las mujeres y a los niños a cruzar porque el puente estaba cerrando. Era la gente que estaba volviendo, una persona cargando a otra sobre los hombros, una persona desde afuera viendo el país hacia adentro, desde esa distancia”, cuenta por videollamada la fotoperiodista venezolana que vive en Colombia desde hace tres años, cuando la pandemia cambió sus planes.
Ese ejercicio de distancia ha marcado el trabajo de Ferrero los últimos años. El título que compone el trabajo premiado fue tomado de la poesía de Montejo como una brújula. En un verso inicial el poeta dice: “Debo estar lejos porque no oigo los pájaros” y Ferrero puede recitar el resto de un tirón. En las otras imágenes ganadoras del World Press Photo hay una casa partida a la mitad; un deslave de libros abandonados en una universidad; una pareja bailando tango en un recodo de Parque Central, una joya de la arquitectura caraqueña venida a menos; una guacamaya bajo la lluvia, los dedos manchados de brea de alguien que va en una embarcación sobre el contaminado Lago de Maracaibo; un tanque de petróleo hundido; la perspectiva de botas policiales y culatas de fusiles que tiene un manifestante cuando ha sido tirado al suelo para ser detenido.
Las fotos abarcan los últimos seis años, los duros años de las “impactantes imágenes desde Venezuela” que han enunciado los noticieros de televisión, en los que se volvió un desafío y una engañosa tentación contar al país con una sola foto. “Me cuesta mucho encontrar esa imagen de impacto, por eso no me ha ido bien trabajando en las agencias de noticias. Me enfoco en las sutilezas y es lo que naturalmente termino buscando, porque se asemeja a mis propios procesos, que son lentos”, dice Ferrero. “En la fotografía he encontrado una manera de honrar la lentitud de los procesos, por encima del impacto que puede tener una imagen única. En los matices está el espacio donde me interesa trabajar, porque ahí nada es definitivo”.
Esa cara común de la cobertura sobre Venezuela ha sido la enorme crisis humanitaria que vive el país sudamericano, la misma que ha regado a millones de venezolanos por la región y que arrastra un enorme saldo de violaciones de derechos humanos en el que también se ha disuelto la democracia. Pero en las fotos de Ferrero los contrastes no son tan evidentes. “Presenta un tema de relevancia regional de múltiples capas con sutileza, despertando la curiosidad y evocando una comparación entre la memoria del fotógrafo y la realidad más amplia”, ha dicho el jurado que le dio el premio. Y cuando ella intenta poner palabras sobre lo que ha visto estos años lo dice así: “Hay una herida que camina. Tenemos mucho peso y un dolor. Todos. Pero uno va adquiriendo cierto temple y lo llevas, caminas lento, pero lo llevas”.
Semillero
Fabiola Ferrero regresa a Venezuela con frecuencia por trabajo. El año pasado publicó The wells run dry, un libro tras haberse ganado el importante Carmignac Photojournalism Award que recoge las imágenes de sus viajes por el país en busca de los rastros de una clase de media desdibujada y de la promesa perdida del petróleo. En Bogotá echó raíces con el proyecto Semillero Migrante, que desde hace dos años ofrece formación y acompañamiento a fotógrafos interesados en la temática migrante. “El mundo del fotoperiodismo es tremendamente elitista. Hay un montón de talento que no habla inglés o que no puede pagarse una escuela de fotografía”. Para eso, junto con 20 profesores y 6 mentores, ha acompañado a entre 10 y 12 alumnos por año a encontrar su voz en la fotografía. “La búsqueda de una voz propia pasa por una guía que te va a ayudando a encontrarla”, dice. La de ella la ha construido como becaria de Magnum Foundation y también de la mano de la fotógrafa documentalista estadounidense Maggie Steber, quien fue su mentora durante una formación en VII Photo Agency.
Pueden conocer más del trabajo de Fabiola Ferrero en su página web y en Twitter e Instagram como @fabiolaferrero
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🕮 Un informe: Los hombres que pagan por sexo en Alemania y lo que nos enseñan sobre el fracaso del modelo de prostitución legal
Por Noor Mahtani
Si hay un tema que divide en dos el movimiento feminista (además del colectivo trans) es qué hacer con la prostitución: si regularla o abolirla. Hay cientos de estudios que se inclinan por un lado u otro, pero la lupa siempre suele estar puesta en la prostituta. Nunca en el putero. Por eso esta investigación es tan interesante. Melissa Farley, fundadora y directora de Prostitution Research and Education (PRE), es una de las psicólogas e investigadoras abolicionistas más reconocidas del mundo y en este informe, que realiza con otras cinco colegas, están condensadas las voces de 763 compradores de sexo en seis países del globo.
“Ella era como una buena novia que me escuchaba”, “el hombre se desahoga sobre la mujer y paga por ello”, “ella fue forzada, pero tuve sexo con ella porque pagué”, son algunas de las declaraciones de los consumidores de Alemania, donde es legal. Estés a favor o en contra del abolicionismo, esta es una fotografía cruda sobre la violencia que esconden una gran parte (si no toda) de la prostitución y sobre la masculinidad tóxica que en ocasiones (si no siempre) está detrás de quienes pagan por sexo.
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