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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los modelos de Erdogan

La persecución del mayor partido kurdo por parte del presidente de Turquía busca allanar el camino a una nueva victoria en año electoral

Elecciones en Turquía
El presidente turco pronunciaba el día 11 un discurso en una conferencia internacional de defensores del pueblo en Ankara.ADEM ALTAN (AFP)
El País

Es año de elecciones generales y presidenciales en Turquía. Nada acompaña al presidente Recep Tayyip Erdogan en sus pretensiones de permanecer en el poder, en el que lleva ya 20 años: como primer ministro durante 11 años y luego como jefe del Estado de una república convertida en presidencialista. La implicación en la guerra de Siria, los efectos de la covid y ahora de la guerra de Ucrania han contribuido al incierto horizonte al que se enfrentan Erdogan y su Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP), por primera vez en horas bajas en las encuestas y expectativas electorales.

La democracia turca, a pesar de las descaradas intromisiones autoritarias e iliberales, especialmente en la justicia y en los medios de comunicación, mantiene todavía un cierto pluralismo e incluso la posibilidad de sustitución de un gobernante y de un partido tocados por el desgaste y el desprestigio. Es el momento más delicado en el que fácilmente se puede cruzar el último umbral que conduce a la dictadura con la excusa del enemigo interior, representado especialmente por el nacionalismo kurdo.

Este será el caso si Erdogan consigue convertir las elecciones en un plebiscito al que ni siquiera pueden presentarse los candidatos y partidos que constituyen la alternativa. Tal es el caso del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP), de centroizquierda, convertido en el político más popular y con mayores posibilidades de arrebatarle la presidencia (si puede concurrir a las elecciones, pendiente del recurso judicial contra una condena de prisión de tres años). En ese mismo contexto, a nadie podía extrañar el bloqueo de las cuentas bancarias del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), el mayor partido kurdo de Turquía y tercera formación parlamentaria, acusado de constituir una extensión del grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Dos de sus principales dirigentes históricos, Figen Yüksekdag y Selahattin Demirtas, se hallan en prisión desde 2016, los numerosos ayuntamientos en los que gobernaba están intervenidos y millares de sus militantes están encarcelados. La actual iniciativa judicial para ahogar financieramente a esta formación política, paso previo a su ilegalización definitiva, difícilmente puede desvincularse de la convocatoria electoral.

Un tercer mandato del islamista Erdogan en las elecciones de junio le permitiría celebrar en octubre el centenario de la república fundada por Atatürk, habiendo corregido su rumbo laicista y recuperado sus pretensiones neootomanas de hegemonía regional. Tal como convirtió la república parlamentaria en presidencialista en 2017, también podrá reformar la Constitución para presentarse de nuevo a las elecciones presidenciales en 2028 con 74 años, instalado prácticamente en la presidencia vitalicia y émulo de Vladimir Putin y Xi Jinping.


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