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Erdogan, el mediador entre Rusia y Ucrania con sus propios intereses

El presidente turco multiplica sus encuentros con Putin para tratar de negociar una solución a la guerra. Le mueven la dependencia económica de Moscú y las encuestas

Erdogan y Putin se daban la mano el jueves en Astaná (Kazajistán), en una imagen facilitada por la presidencia turca.
Erdogan y Putin se daban la mano el jueves en Astaná (Kazajistán), en una imagen facilitada por la presidencia turca.
Andrés Mourenza

La estampa de Recep Tayyip Erdogan estrechando la mano de Vladímir Putin se ha convertido en algo repetitivo: no hay otro líder con el que el presidente turco se haya reunido personalmente en más ocasiones —cuatro— desde julio. La última cita fue el jueves, cuando ambos mandatarios conversaron en Astaná (Kazajistán), aunque con pocos avances aparentes. Los gobernantes no llegaron a abordar la cuestión de una posible salida para la guerra en Ucrania, al menos según la versión del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Ese contacto entre los dos líderes es visto con recelo desde Occidente, donde algunos analistas creen que Ankara se ha convertido en un caballo de Troya dentro de la Alianza Atlántica. Pero esto contrasta con los mensajes que llegan desde Kiev, agradeciendo el suministro de drones turcos y la puesta en marcha del corredor del cereal, o con los propios comunicados del Ministerio de Exteriores de Turquía, en los que se defiende la integridad territorial de Ucrania, incluida Crimea. La respuesta de la diplomacia turca es que su Gobierno busca mantener una política “equilibrada” y mediar entre las partes para poner fin a la guerra. Turquía se juega mucho; y Erdogan, más: tiene unas elecciones a la vuelta de la esquina.

“No habrá ganadores en la guerra ni perdedores con una paz justa”, dijo el presidente turco en la inauguración de la Conferencia de Interacción y Medidas de Construcción de Confianza en Asia, un foro multilateral celebrado esta semana en la capital kazaja. En realidad, es el mismo mensaje que lleva repitiendo desde marzo, cuando, a las pocas semanas del inicio de la invasión rusa, Turquía logró reunir a delegaciones negociadoras de ambos países hasta en dos ocasiones, si bien los acuerdos alcanzados no se respetaron.

Sin embargo, desde el verano la mediación turca ha logrado dos hitos importantes: el establecimiento de un corredor naval a través del mar Negro que ha permitido reanudar las exportaciones de grano ucranio —lo que ha contribuido a frenar la subida del precio de los alimentos a nivel global— y un intercambio de más de 200 prisioneros de guerra. Erdogan subrayó: “Nuestro objetivo es aprovechar el impulso ganado pese a las dificultades y detener el baño de sangre lo antes posible”.

El analista geopolítico Yörük Isik, director de la consultora Bosphorus Observer y experto en la región, considera que, aparte del aspecto moral, los esfuerzos de Erdogan por detener la guerra cuanto antes son entendibles desde el propio interés turco: “Aparte de Ucrania y Rusia, Turquía es uno de los principales perdedores del conflicto por las estratégicas relaciones con ambos países. No solo teníamos grandes empresas allí, sino que cientos de miles de personas hacían negocio con Rusia y Ucrania”. Además, sostiene, “Turquía no puede permitirse perder a Rusia como socio comercial”, pues de allí viene la mayor parte de su energía, millones de turistas y, en los últimos meses, grandes inyecciones de divisa que resultan fundamentales para que el banco central turco pueda mantener la lira dentro de cierta estabilidad. Moscú, además, está construyendo la que será la primera central nuclear de la historia de Turquía y que suministrará el 10% de las necesidades energéticas del país.

Erdogan
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan (a la izquierda), juega al ping-pong con su homólogo kazajo, Kasim-Yonart Tokayev, el miércoles al inicio de la cumbre regional CICA.Presidencia Turca / Europa press
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Las televisiones turcas acusan a la OTAN

Esta comunión de intereses se refleja en que, en no pocas ocasiones, las televisiones turcas —bajo fuerte control del Gobierno—, e incluso representantes del Ejecutivo, repiten los mantras de Moscú y acusan del conflicto a Occidente o a la OTAN, como si Turquía no fuese una parte de la Alianza Atlántica desde hace 70 años. El asesor principal de Erdogan en materia internacional, Ibrahim Kalin, justificaba esta semana en la CNN la postura de Moscú al evocar las “humillaciones” vividas por Rusia en la Posguerra Fría: “Tiene que ver con Ucrania, no hay duda, pero el gran tema aquí es que Rusia busca un nuevo gran acuerdo con Occidente. […] Existe una nueva Rusia, un nuevo mundo, una nueva realidad y ellos quieren un nuevo trato”, afirmaba.

Con todo, esta proximidad ha permitido a la diplomacia turca un acceso al Kremlin y una oportunidad para la mediación inigualables (este martes, el presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Zayed al-Nahyan, se reunió con Putin y ofreció su contribución, pero el mandatario ruso sigue confiando más en Erdogan). A finales de septiembre, Erdogan aseguró que su “muy querido amigo Putin” estaba dispuesto a poner fin a la guerra, aunque los hechos posteriores han ido en la dirección contraria.

Serhat Güvenç, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Kadir Has de Estambul, admite: “Es cierto que en Occidente no se ve a Erdogan como un líder digno de confianza, sino como un oportunista. Y hay razones para ello, por lo que han vivido antes”. No obstante, Güvenç añade que cada vez se está aceptando más este papel de mediador de Turquía, “que antes no se veía con buenos ojos”. “La Administración estadounidense puede utilizar a Turquía como mensajero, porque ya ha logrado avances concretos en cuestiones como el corredor del grano, que parecía muy complicado. El problema es que no sabemos cuáles son las intenciones de Putin, si bien parece que ahora empieza a abrir una puerta al fin de la guerra”, señala Güvenç.

Hay también razones de índole interna: Erdogan se enfrenta a unas elecciones en junio y las encuestas dan ventaja a la oposición en un ambiente económico crítico para la mayoría de los turcos. La guerra de Ucrania ha permitido al mandatario islamista atribuir a un factor externo las altas tasas de inflación que sufre el país (superiores al 80%, según datos oficiales) pese a que el alza de precios en Turquía precede al conflicto en Ucrania y tiene mucho que ver con la polémica política monetaria impuesta desde la Presidencia.

Los esfuerzos de mediación de Erdogan se ven como un intento de aliviar esta situación, además de encajar bien con la postura de neutralidad que apoya la mayoría de la población del país, según reflejan las encuestas. Así que la imagen del presidente turco y la intención de voto de su partido han comenzado a remontar desde los mínimos registrados a inicios de año, fundamentalmente gracias a la recuperación de votantes que se habían pasado a la abstención o a los indecisos, según datos de la empresa demoscópica Metropoll. El analista Yörük Isisk sostiene: “Todo o casi todo lo que está haciendo Erdogan últimamente lo hace pensando en las elecciones. Busca recuperar credibilidad en Occidente y dinero en Rusia. Todo lo que pueda conseguir para que la situación económica no se vaya de las manos”.

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