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Columna
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El valor del despecho

Nuestro ‘Zeitgeist’ baila al ritmo de canciones latinas. El himno del verano fue ‘Despechá', de Rosalía; el rap del invierno, la ‘Session 53’ de Shakira

Shakira y Bizarrap, durante el videoclip. En vídeo: Fragmento de la canción.
Víctor Lapuente

¿Cuál es nuestro Zeitgeist? Es decir, el espíritu que marca nuestro tiempo, según Hegel. Aunque el desencanto y la polarización son relevantes, no vivimos en una era caracterizada por esos estados de ánimo grisáceos y monótonos, sino por uno colorido y musical: el despecho. Nuestro Zeitgeist baila al ritmo de canciones latinas. El himno del verano fue Despechá, de Rosalía. El rap del invierno, la Session 53 de Shakira, con los hirientes versos a Piqué y su novia, como el “cambiaste un ferrari por un twingo”.

Entremedias, la sonata del otoño ha sido el despecho, por fascículos, del príncipe Harry contra su familia real. Sus declaraciones han impactado tanto que los británicos se dividen hoy más en función de su opinión sobre los duques de Sussex que sobre el Brexit.

Y, durante todas las estaciones, nuestra política es un concierto de despechos. PSOE y PP, y sus magistrados afines, zancadilleándose en la renovación del Poder Judicial, están atrapados en la cadena de venganzas y reproches propia de un matrimonio que se ha roto. Durante años, existió la confianza mínima para que se sentaran a negociar en asuntos de Estado. Ahora, se sienten tan mutuamente traicionados que es imposible.

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La RAE define despecho como una malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad. Y, en una sociedad proclive al victimismo y al narcisismo como la actual, el despecho se antoja como el vertedero predilecto de la frustración. Para famosos, políticos y seguramente la mayoría de las personas. No es un buen camino, como señala Patti Davis, hija de Ronald Reagan, en un artículo en The New York Times sobre el príncipe Harry. Como este, Patti escribió un libro sacando los trapos sucios de su familia. Y, como Harry, su motivación era contar su verdad para que sus familiares la entendieran mejor. Pero, con el paso de los años, Patti aprendió que los seres queridos no responden bien cuando los avergüenzas en público, que en una familia hay muchas verdades y que no toda verdad debe ser expuesta a todo el mundo. Por eso, aconseja que la respuesta inicial a un agravio sea no decir nada, aunque, cuando el tiempo haya enfriado los sentimientos, cualquier cosa pueda ser discutida.

Ojalá, en nuestro quehacer diario, todos le diéramos más valor al silencio y menos al despecho. @VictorLapuente

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