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Columna
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Tamborilera

El PP-Dios —y Page— saben que la gente se equivocó al votar y ahora está arrepentida, dándose golpes de pecho para que las aguas vuelvan a su cauce

Navidad
El pesebre del belén de Begonte (Galicia).Carlos Castro (Europa Press)
Marta Sanz

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“¿Cree que es posible disfrutar de la vida para siempre?”, me sonríe una mujer con un niño cogido de la mano. “Por supuesto que sí”, la dejo con la sonrisa detrás de la puerta. A qué le llamará esta señora “disfrutar”. Quizá su “para siempre” aluda a una celestial eternidad post mortem. Habría sido más honesto responder con mi consigna para despedir a testigos de Jehová y otras variantes religiosas incomprensibles: “La religión es el opio del pueblo”. Preceden mi respuesta preguntas del tipo: “¿Ha dejado usted de creer en cualquier cosa?”. Quienes llaman a mi puerta quieren devolverme la esperanza. Pero yo aún confío en metarrelatos y cambios no vinculados a la transubstanciación. También despido a los que vienen diciéndote que tienes que comprarles el calendario que todos los años les compras y se cabrean cuando contestas que tú nunca comprarías un calendario ilustrado con una Virgen-miss por mes. El Dios de la Basílica de la Concepción de Nuestra Señora justifica statu quo, resiliencia-resignación, machismo, limosneo y las propinas con las que una camarera dominicana pagará clases de piano a su nena en lugar de abonarlas con un sueldo digno que le proporcione, en primer lugar, techo y comida. Como Diosa, Ayuso omnipresente: jugando a las cocinitas en la televisión pública, recibiendo honores en la Complutense, calificando de “infantiles” las luchas de la sanidad madrileña... Dios y los apóstoles protectores del Tribunal Constitucional velan, desde una posición ilegal que pretenden eterna, para anticiparse a los desmanes humanos, aún no cometidos, por la legítima representación de la soberanía popular. Como los Reyes tienen conexión directa con Dios y no valen para mucho más que para dar el discurso de Nochebuena, no nos protegen de ese secuestro que, como dicen los del PP pero al contrario, debilita la separación de poderes y el Estado de derecho. El PP-Dios —y Page— saben que la gente se equivocó al votar y ahora está arrepentida, dándose golpes de pecho para que las aguas vuelvan a su cauce y los conservadores tomen las riendas de una realidad hecha a su medida, imagen y semejanza. Como el concepto del Bien y el Mal según la Iglesia de boato y espumillón.

Dios regresa porque necesitamos consolación entre tanta muerte. En Navidad echamos de menos a familiares difuntos. Yo he donado mi cuerpo a la ciencia para que, si queda algo de vapor espiritual, lo metan en una probeta y lo estudien. Un número reciente de El País Semanal incluía un cómic maravilloso, El mejor regalo, de Albert Monteys: la abuela es revivida en Nochebuena a través de una aplicación del móvil. Sus primeras palabras son: “¡Isla Dorada os espera!”. Su hija no ha pagado la versión premium y la resurrección de la imagen —no de la carne— deviene en publicidad. Religión, publicidad, nuevas tecnologías, fe del carbonero, posverdades, paraíso, el prestigio de lo incorpóreo y lo no material que justifican la santa pobreza de los justos que, para pecar, pasta no tienen… “¿Cree que es posible disfrutar de la vida para siempre?”. La mujer que llama a mi puerta me vende a Dios por Navidad utilizando a un niño. La religión es opio del pueblo y explotación infantil. Quienes creen, profunda e íntimamente, en la preferencia del Evangelio por la parte más pobre de la humanidad no deberían permitir estas malversaciones.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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