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Jefes incompetentes

Causas diversas propician que un incapaz llegue a puestos de relevancia jerárquica. A menudo basta con ser el dueño de la empresa o por lo menos pariente o enchufado suyo

Varias personas reunidas en una oficina.
Varias personas reunidas en una oficina.Getty

El libro del profesor Chamorro-Premuzic ya tiene unos años; pero me da que el asunto de que se ocupa seguirá de actualidad por largo tiempo. Viene explicitado en el título: ¿Por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes? (Y cómo evitarlo). Más allá de que a uno le toque trabajar en la enfadosa cercanía de un jefe con malas pulgas, abundan al parecer los casos de quienes han de despachar sus tareas diarias a las órdenes de una persona, por lo general varón, carente de las cualidades necesarias para el cabal desempeño de sus funciones. Leyendo el estudio de Chamorro-Premuzic, es difícil no pensar en este o el otro superior incompetente que uno tuvo, lo que no quita para que el zoquete acaso fuera un tipo inclinado al trato cordial.

Causas diversas propician que un incapaz llegue a puestos de relevancia jerárquica. A menudo basta con ser el dueño de la empresa o por lo menos pariente o enchufado suyo. Allá ellos si a fuerza de torpeza arruinan el negocio. Más interesantes me parecen las razones de índole psicológica. En no pocas culturas (y desde luego en la nuestra), tendemos a equiparar la aptitud con la confianza de uno en su propia valía, de forma que un movimiento natural lleve al resto a cederle la plaza a quien se sube a la tarima con el torso hinchado. Otra causa, según Chamorro-Premuzic, es el gusto que nos da ser gobernados por personas carismáticas. A ello se añade la fuerza de atracción que, al menos en un primer momento, suelen ejercer los narcisistas sobre muchos de sus semejantes. Es gente sin empatía que, al exhibir la admiración que se profesa, puede inducirnos a creer que es vigorosa, inteligente o posee algún tipo de atributo especial. Y, sin embargo, cuentan que los buenos jefes suelen ser de suyo modestos, atentos e incluso tediosos. Que no se diga luego que no nos avisaron.

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