Quejas
El lamento por la época y los retos que nos tocan vivir es un tópico de lo más humano
“¡El mundo está desquiciado! —se queja Hamlet al comienzo de su drama, cuando aún no sabe lo que le espera— ¡Vaya faena, haber nacido yo para tener que arreglarlo!”. Es un tópico de lo más humano: muchos no piensan tanto como que deban arreglar el mundo, pero casi todos creen que es una faena que se haya desquiciado justamente cuando les tocaba llegar a él. Como siempre, lo dijo Jorge Luis Borges mejor que nadie hablando de uno de sus antepasados: “Le tocó, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”. Porque, a ver, ¿cuándo no fue mala la época? ¿Alguna vez poetas, comerciantes y madres de familia estuvieron de acuerdo en celebrar la edad de oro en que vivían, no en la que habían vivido o pensaban llegar a vivir? Remóntense tan atrás como quieran: una egiptóloga española ha encontrado en el museo de Mallorca unos papiros de hace 4.000 años que no ensalzan a ningún rey ni cantan loores a los dioses, vamos que no son propaganda. ¿Qué leemos en ellos? “Los hermanos se han vuelto malvados… los amigos ya no aman… las mentes son codiciosas… la bondad ha perecido”. Y se repite esta queja angustiada, la misma que corre por internet: “¿Con quién puedo hablar hoy?”. La zozobra, como ven, viene de lejos…
“Nunca hemos estado tan mal”, dicen los optimistas retrospectivos, porque el tiempo difumina los achaques antiguos y lo que duele es el presente. Las penas de ayer, por grandes que fuesen, ya pasaron: anestesia muy eficaz. Lo que nos aflige hoy es un enemigo al que aún no sabemos si podremos vencer y por tanto resulta peor que cualquier otro. Así será también mañana, y mañana, y mañana... hasta llegar al polvo de la muerte. Es el destino humano: nacer, vivir y morir rodeados de adversidades: seremos bienaventurados si algunas de las del final no son iguales que las del principio. No pidamos más.
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