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Columna
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‘Suum cuique’

Ahora pasamos de la sedición a la sedación. Tranquilos, no crispemos, fijaos en las leyes de Luxemburgo o el Vaticano

Gabriel Rufián pasa frente a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.
Gabriel Rufián pasa frente a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.Álvaro García
Fernando Savater

Si no me equivoco, el Código Penal es el inventario circunstanciado de los castigos establecidos para quienes violan las leyes. Su objetivo es escarmentar a los delincuentes y disuadir a quienes pretenden imitarles. Lógicamente, los delitos más perseguidos son aquellos de mayor repercusión social negativa y que afectan de modo más directo a los cimientos de la comunidad que dicta las normas. El robo de caballos, por ejemplo, era penado con la horca en muchos lugares del far west, algo muy comprensible dada la importancia vital que tenían los caballos entre aquellos pioneros y la frecuencia allí de ese delito. En cambio, la compraventa de novelas pornográficas no exigía una legislación muy severa, puesto que los vicios que dependían de la lectura y la propia lectura como vicio eran tentaciones raras a las que pocos sucumbían y que desde luego no amenazaban mayormente la paz social en el Oeste.

Para justificar la supresión del delito de sedición y su sustitución por la alteración agravada del orden público (algo así como sustituir el abigeato por el tráfico de fotos pornográficas) dicen los jetas que se trata de homologar nuestra legislación con la de países vecinos. Pero lo que nos diferencia de esos países es que aquí tenemos la amenaza de un separatismo anticívico encabezado por cargos institucionales, que la ley contra la sedición trataba de combatir. Ahora pasamos de la sedición a la sedación. Tranquilos, no crispemos, fijaos en las leyes de Luxemburgo o el Vaticano. Es como si en los años más feroces de la Cosa Nostra (nombre exacto para cualquier separatismo, por cierto) las leyes antimafia italianas se hubieran suprimido o edulcorado… a solicitud de Totò Riina. ¡Así se aliviará la tensión en Sicilia!, dirían los hombres de paz tipo Otegi o Sánchez-Cuenca…

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