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LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
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La UE vista desde el G-20 de Bali

Lo urgente (el desafío ruso) no debe desplazar de la agenda lo importante (encarrilar lo mejor posible la posición de Europa en este mundo con creciente protagonismo del sudeste asiático)

Líderes del G-20 participaban el miércoles en un acto de plantación de manglares en el Parque Forestal Tahura Ngurah Rai de Bali.
Líderes del G-20 participaban el miércoles en un acto de plantación de manglares en el Parque Forestal Tahura Ngurah Rai de Bali.MAST IRHAM / POOL
Andrea Rizzi

Una cumbre del G-20 celebrada en Indonesia es un excelente prisma para divisar el futuro de la UE y ponderar su lugar en el mundo. De entrada, conviene recordar algunos datos que son notorios, pero que es oportuno recalcar para asumir la gran realidad de nuestro siglo: el centro de gravedad del mundo se desplaza a gran ritmo hacia el sudeste asiático. Tres de los cuatro países más poblados del mundo se hallan aquí (India, China y el país anfitrión de la cumbre, Indonesia, con casi 280 millones de habitantes); tres de las cinco mayores economías del mundo son de la región (China, Japón e India); dos de los principales desafíos de seguridad (Taiwán y Corea del Norte) se cuecen en estos lares; la zona es además la gran fábrica del mundo (no solo la potencia manufacturera de China; también la de Vietnam, los chips de Taiwán, la alta gama de Japón o Corea del Sur, los recursos mineros de Indonesia y un largo etcétera).

Vista en el mapa, parece una media luna asombrosa. El flanco inferior de Bombay a Yakarta y Tokio; el superior, tirando hacia Bangkok, Hanói, Hong Kong, Shanghái, Pekín o Seúl. Un conjunto de desarrollo humano realmente impresionante.

La cumbre del G-20 ha puesto en evidencia varias cosas: el desfile de líderes que quisieron tener bilaterales con Xi Jinping; el activismo diplomático de la India; la proyección de Indonesia, gigante poco conocido.

Esta realidad plantea oportunidades, dilemas y desafíos para la UE. En términos geopolíticos, hay que asumir que EE UU querrá dirigir de forma cada vez más decidida su atención a esta área a medida que avance el siglo. Aunque EE UU seguirá manteniendo medios y ambición para una proyección global, los recursos no son infinitos. Además, la presidencia de Biden es muy eurófila, pero nada garantiza que esto siga siendo así. Este es uno de los elementos que deben considerarse en el debate sobre la autonomía estratégica de la UE.

En términos manufactureros, la competencia que esta región supone va a ser despiadada. China es la fábrica del mundo; Japón, Corea del Sur y Taiwán, grandes productores de alta gama. Países como Vietnam o la propia Indonesia tienen margen para seguir ganando considerable terreno. Esta última tiene un importante potencial minero, que se suma a la primacía de China en este sector específico. Las empresas de la UE deberán auscultar con máxima atención esta dinámica, ver qué opciones tienen para diversificar producción deslocalizada de China a otros países —para depender menos de un gigante posible adversario— y perfilar cómo mantener manufactura europea competitiva.

En términos tecnológicos, mientras EE UU retiene una primacía global clara, China avanza a gran ritmo en áreas clave como la inteligencia artificial; Corea y Japón, de nuevo, son actores punteros; la India podría serlo en un futuro no lejano. Europa debe reflexionar sobre sus muchas debilidades ante la carrera de los punteros.

Los países europeos siguen siendo más prósperos que la mayor parte de la región del sudeste asiático. Su calidad democrática es un activo que seguirá dando los frutos propios de la libertad. Su historia y patrimonio cultural acompañan luminosamente su camino. Pero conviene no dormirse en un eurocentrismo inconsciente. Lo urgente —el desafío ruso— no debe desplazar de la agenda lo importante —encarrilar de la mejor manera posible la posición de Europa en este mundo con creciente protagonismo asiático—.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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