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Columna
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Ni contigo ni sin ti

El problema para Yolanda Díaz es que no puede prescindir del partido de Iglesias y sus recursos organizativos, pero si se pliega a lo que este le exige quedaría difuminado y sin fuelle

Yolanda Díaz
Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, en A Coruña, en 2019.M. Dylan
Fernando Vallespín

Mientras vamos evaluando lo que da de sí el salto de Pedro Sánchez hacia la eliminación del delito de sedición y los costes electorales que esto le puede suponer, no está de más acercarnos al otro frente que tiene abierto el PSOE, la reorganización de su espacio a la izquierda. Todos sabemos que un derrumbe de este debilitaría las posibilidades de rehacer la precaria mayoría que ahora mismo ostenta. Y aquí las noticias no son buenas. El precedente de las elecciones andaluzas, los mensajes de Pablo Iglesias y las conclusiones de la “uni de otoño” (sic) de Unidas Podemos (UP) hacen presagiar importantes turbulencias en el camino de Yolanda Díaz hacia el diseño de un sólido proyecto para Sumar.

El problema para la ministra de Trabajo es que no puede prescindir del partido de Iglesias y sus recursos organizativos, pero si se pliega a lo que este le exige quedaría difuminado y sin fuelle. Su gran atractivo se monta precisamente sobre la idea del encuentro y la sintonía entre una pluralidad de fuerzas de izquierdas que se organizan en torno al liderazgo de aquella. Es algo más ―y cualitativamente distinto― que un cambio de liderazgo formal en el partido morado. Ahora bien, esto del ni-contigo-ni-sin-ti vale también para UP, que no sale de un perfil romo en las encuestas y donde parece haberse agotado la capacidad para la innovación. La frescura con la que surgió Podemos ha devenido en un permanente déjà vu, y no puede sacudirse la contradicción entre ser un partido más, con su programa, organización e ideología definida, y recurrir a la vez a la escenificación de eso que ahora se llama “populismo performativo”. Es una tautología, desde luego, pero apunta bien al fondo de quienes lo practican: la obsesión por captar la atención recurriendo a titulares impactantes de lucha cultural más que concentrarse sobre la gestión de su propio programa de reformas.

El dilema para ambos es que deben ir unidos, aunque lo que les pida el cuerpo sea la ruptura. Que parezca que lo están, al menos. Ya sabemos de sobra que no hay mayor disolvente electoral para un partido, coalición o como quiera llamarse, que dar la impresión de disgregación interna. La penalización es inmediata. Por lo visto y escuchado en los discursos de la ya mencionada uni, creo sin embargo que UP no va a ceder en el mantenimiento del control tanto discursivo como de diseño de listas del nuevo artefacto electoral. Hay precedentes de sobra en esta formación de expulsar a los díscolos. Solo se “suma”, sería la máxima, a quienes se adapten a su formato. O sea, justo lo contrario de lo que pretende Yolanda Díaz. Puestos a elegir entre “descafeinar” a UP y conseguir un mayor éxito en las elecciones o mantener la actual situación de control del partido, apuesto a que prefieren esto último. Ello no excluye que Iglesias esté dispuesto a reorganizar su formación, solo que no en la línea impulsada por Sumar. En todo caso, para ello necesita que Díaz se pliegue o tire la toalla.

La incógnita está, por tanto, en ver hasta dónde llegará su aguante. Hoy por hoy Yolanda Díaz no puede apearse de un proyecto que está en marcha y que ha conseguido movilizar a fuerzas que hasta ahora estaban dispersas en el ejercicio de su compromiso político, como atestigua la creación de sus diferentes grupos de trabajo. Y, ojo, queda también por dilucidar otra contingencia, la propia actitud que vaya a tener el PSOE cuando se acerquen las elecciones. No olvidemos que es competidor y potencial aliado a la vez. Lo dicho, ni contigo ni sin ti.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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