China pasa de pantalla
En los próximos años se consolidará una sensación que ya se nota: Pekín se relaciona con el mundo de manera más vehemente, confrontacional y sin complejos
Hace 10 años, el Gobierno chino lanzó un órdago: se comprometió a que en 2020 serían una sociedad “moderadamente próspera”. No acuñó ese término (xiao kang) para la ocasión, sino que lo rescató de la poesía clásica de hace 2.500 años. Traído a hoy viene a ser a ampliar la clase media aunque haya cierta desigualdad. Con matices, China lo está consiguiendo, y eso ha vendido Xi Jinping en el Congreso del Partido Comunista: que han pasado de pantalla. Por eso, a partir de ahora ya no se ocuparán tanto del desarrollo, sino de su seguridad nacional. Dijo Xi que deben protegerse de los “vientos fuertes” y las “olas altas” (no hay discurso chino sin imágenes evocadoras). Y también del exterior. Para el resto del mundo, eso es lo más importante de la cita que termina el sábado.
No es una novedad: los chinos llevan años queriendo hacer las cosas a su manera. Solo que ahora su líder está blindado y la pandemia ha avivado la sensación de aislamiento y orgullo patrio. Por ejemplo, la Oficina de Estadísticas tenía que publicar esta semana los datos del crecimiento económico del país, pero lo aplazó sin dar explicaciones. Pekín sabe que eso desinfla la confianza de las empresas y los inversores, pero, como se espera que las cifras no sean buenas, se las calla. No quiere que nada empañe su política de covid cero. De hecho, la propaganda oficial presume de que, mientras los gobiernos occidentales están actuando sobre objetivos aislados (por ejemplo, la sanidad, el crecimiento económico o las mejoras sociales), ellos están cuadrando todas las variables a la vez y en “armonía”. Lo que no dicen es que allí, cuando la armonía no se mantiene, se impone.
La política china no da sobresaltos. Pero los Congresos del Partido sirven para detectar pequeñas variaciones, tendencias. El PCCh no renuncia a “procurar una vida mejor” a los chinos, pero ha cambiado la base de su legitimidad del crecimiento económico a la seguridad. Quiere demostrar que la innovación y el desarrollo científico y tecnológico pueden dirigirse desde la política. Y sigue sin dar explicaciones sobre cómo va a gestionar los frentes que le preocupan: la crisis de su mercado inmobiliario, el 20% de paro juvenil, los diplomáticos chinos demasiado asertivos que están arruinando parte de su capital político o los problemas de la Nueva Ruta de la Seda, su plan estrella de acción exterior, entre otros.
En los próximos años se consolidará una sensación que ya se nota: Pekín se relaciona con el mundo de manera más vehemente, confrontacional y sin complejos. Esa sociedad china que disfruta al fin de ser “moderadamente próspera” es también más nacionalista y recelosa del exterior. @anafuentesf
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.