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Columna
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Los problemas de la lectura

En nuestras sociedades cada vez quedamos menos gente a la que no nos gustan los libros. Para qué vamos a engañarnos

Una clienta lee una revista en una peluquería.
Una clienta lee una revista en una peluquería.DAVID EXPOSITO

Buenos días, buenas tardes, hola, ¿están bien? La curiosidad por la vida de los demás es una virtud imprescindible para la literatura. Ayuda a entender el mundo en el que vivimos. Saber escuchar es un don. Gracias a una anécdota que me cuenta mi amiga María José Gálvez, directora general del Libro y Fomento de la Lectura, he comprendido que el verdadero problema de la sociedad es que las personas a las que no nos gusta leer estamos en proceso de extinción. Con la próxima Feria del Libro de Fráncfort dedicada a España, María José dispone de poco tiempo para sus cosas, pero a veces necesita ir a la peluquería. Cuando yo voy a adecentarme el pelo, nunca me llevo un libro, porque el horario está fijado en la cita, y Amalia, además, me saca del mundo real mientras me lava la cabeza. Los dichosos libros siempre han tenido la manía de ponerme los pies en la tierra.

Mientras esperaba, la peluquera se acercó a María José para ofrecerle la revista ¡Hola! Como ella es muy educada, con una sonrisa le dijo que no, que no hacía falta. En una peluquería se puede esperar turno sin nada en las manos, mirando a los demás, escuchando o dándole vueltas en la cabeza, antes de que sea lavada, a las cosas que se oyen por ahí. Una ayudante de la peluquera la vio sola, sin una revista que llevarse a los ojos, y de manera natural buscó el ¡Hola! y se encaminó hacia ella. Pero la peluquera interrumpió el acercamiento: no, no se lo lleves, a esa señora no le gusta leer.

Privatización de lo público con cuernos, idilios y pompas coronadas. Después de darle tantas vueltas a la educación y a los libros, María José me cuenta la anécdota y yo comprendo que el problema de nuestras sociedades es ese: cada vez quedamos menos gente a la que no nos gusta leer. Para qué vamos a engañarnos.

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