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ANATOMÍA DE TWITTER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Irene Montero, las mentes sucias y los juicios amañados

Una nueva manipulación provoca que Twitter debata durante tres días si la ministra de Igualdad promueve la pederastia

Declaraciones Irene Montero educacion sexual
Irene Montero (izquierda), con la presidenta de la Comisión de Igualdad, Carmen Calvo, el miércoles en el Congreso.Javier Lizón (EFE)
Natalia Junquera

Twitter lleva la friolera de tres días (más de 180.000 tuits) discutiendo si España tiene una ministra pederasta o, al menos, simpatizante. Una nueva manipulación en las redes de un vídeo con declaraciones de Irene Montero ha provocado que la derecha pida su dimisión, que Vox se querelle contra ella por “corrupción de menores” y que los tuiteros se partan la cara para atacarla o defenderla.

Miércoles, día de autos. La titular de Igualdad comparece en la comisión ídem del Congreso. La diputada de Vox Lourdes Méndez arranca fuerte: niega “absolutamente” que se discrimine al colectivo LGTBI; acusa a la ministra de “incitar a los menores a que transiten al otro género”, de “conseguir el desequilibrio de los más pequeños” y de llevar a bebés “al matadero”. Se detiene especialmente en la ley del aborto y critica que los padres “no tengan nada que decir” si su hija decide abortar, “atentar contra otro ser humano”.

En su turno de réplica, Montero explica: “Si una mujer no puede decidir sobre su propio cuerpo, no decide sobre su proyecto de vida. Lo deciden por ella y eso limita el ejercicio de otros muchos derechos. Por eso esta nueva ley del aborto es una ley de derechos sexuales y reproductivos no solamente para garantizar el acceso efectivo a la interrupción voluntaria del embarazo, sino para hablar de educación sexual, por ejemplo, que es un derecho de los niños y de las niñas independientemente de quiénes sean sus familias. Porque todos los niños, las niñas y les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una forma de violencia. Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento”.

Pero lo que llega al Gran Tribunal de Amateurs, Twitter, es un extracto de su intervención donde se omite intencionadamente el comienzo. El ministerio aclara que cuando habla de “relaciones sexuales basadas en el consentimiento”, Montero se refiere a menores de entre 16 y 17 años. Ya es tarde. El vídeo manipulado triunfa en las redes sociales y, al olor de la hoguera, políticos de la oposición acuden raudos a echar más leña al fuego y escandalizarse más que ninguno acusando a la ministra de Igualdad, madre, de fomentar la pederastia.

La última vez que pasó algo parecido con un vídeo de Montero, algunos diputados de Vox pidieron disculpas al destaparse la manipulación. De momento, la nueva falsa polémica les ha servido para aplacar otra, de las internas, de las incómodas: el enfrentamiento, ya a cara de perro, con Macarena Olona, a quien se le ha enseñado “el fin de camino” en el partido ultra.

Cuando ya Twitter empezaba a atisbar el engaño sobre las palabras de la ministra, un reportero de la órbita de Vox intentó ampliar el ruido sobre el enemigo, despistando la atención sobre otras cosas: “¿Se arrepiente de haber hecho apología de la pedofilia tras decir que cualquier niño puede tener relaciones sexuales con adultos?”, preguntó a la ministra en los pasillos del Congreso. Montero hizo, a su vez, un penúltimo intento por aclarar lo obvio, su intención de que “la educación sexual” permita a los niños “en el futuro” tener relaciones sexuales libres y sanas.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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