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elecciones en Brasil
Columna
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Desesperado en la búsqueda de los votos católicos, Bolsonaro asiste a una misa con chaleco antibalas

A pocas semanas de las elecciones, el partido del presidente está cada día más nervioso ya que los sondeos siguen dando a Lula como ganador en la primera vuelta

Juan Arias
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, habla durante un evento de su campaña de reelección en Sao Jose dos Campos (Brasil), el 18 de agosto.CARLA CARNIEL (REUTERS)

A pocas semanas de las elecciones presidenciales la extrema derecha bolsonarista se siente cada día más nerviosa ya que los diferentes sondeos siguen dando al candidato Lula hasta 12 puntos de diferencia con posibilidades de ganar en la primera vuelta. Y ahora la batalla se centra sobre todo en la caza de los votos religiosos ya que Brasil es el país con mayor número de católicos del mundo y junto con los evangélicos es casi cristiano al 100%.

Mientras Lula cuenta hoy con el 52% de los votos católicos y Bolsonaro con el 27%, y al revés, entre los evangélicos el derechista aparece con el 50% contra el 32% de Lula. De ahí que los responsables de la campaña del presidente se estén volcando en acercarlo al mundo católico, al mismo tiempo que están aprovechando ciertos deslices del lenguaje de Lula para atacarlo ferozmente en las redes sociales.

Lula es católico y Bolsonaro ya lo fue pero acabó rebautizándose como evangélico. Esta vez sin embargo intenta usar su primera fe para acercarse a los católicos. Así en días pasados asistió con su esposa Michelle, una ferviente evangélica, a una misa católica en la que comulgó. Fue con chaleco antibalas y tanto él como su esposa parecían en apuros por seguir el rito católico.

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Sus asesores le preparan ahora otros encuentros de carácter católico populares, como el hacer una visita al santuario de Nuestra Señora de la Aparecida el mayor y más popular centro de la devoción de los católicos brasileños desde los más ricos a los más pobres. Y junto con esa visita intentan que asista a una misa en el Cristo del Corcovado en Río, uno de los lugares visitados por el turismo mundial lo que supondría un verdadero espectáculo mediático.

Al mismo tiempo Lula busca encuentros con la parte de evangélicos que afirman no haber aún decidido en quién votar. De ahí que sus asesores se preocupan con algunos de sus deslices de lenguaje típicos del exsindicalista pero que en este momento son aprovechados por los bolsonaristas que son furiosamente presentes y agresivos en las redes sociales y que acaban tergiversando dichos deslices.

Fue así cuando Lula defendió la libertad de la mujer en materia de aborto, un tema aún tabú en Brasil hasta para los católicos. Lula acabó retractándose y explicó que intentó decir que no se trataba de un tema religioso sino de salud pública. Refiriéndose al tema de la defensa de las diferencias de género muy vivo hoy en Brasil a Lula se le escapó decir que por defender lo políticamente correcto “Brasil está aburrido para carajo”.

Y el último desliz que está teniendo mucha repercusión y podría hacerle perder votos de las mujeres que hoy votan en su gran mayoría por él ha sido sobre el tema de la violencia familiar, ya que en Brasil ha aumentado el número de mujeres muertas a mano de sus maridos. Lula refriéndose a los maridos dijo: “La mano del hombre no ha sido hecha para pegarle a la mujer. Si quiere hacerlo que vaya a hacerlo en otro lugar, no dentro de su casa o de Brasil porque nosotros no lo vamos a aceptar”.

Las huestes de Bolsonaro para intentar arrancar votos a las mujeres andan a la caza de ciertas frases de Lula de tono machista, como cuando algunos de los suyos le reprocharon el haber escogido como su sucesora a una mujer, su exministra Dilma Rousseff. Lula les respondió: “Es que ella es más hombre que todos nosotros juntos”.

Como ocurrió en 2018, la campaña estará centrada en las redes sociales donde se manipulan los hechos o se falsean y que hoy son más seguidas que nunca en los debates electorales. Por ello, el equipo de Bolsonaro anda a la búsqueda de dichos y videos de Lula que puedan comprometerlo como las acusaciones de corrupción en sus gobiernos pasados para hacer de todo ello de nuevo una campaña sucia.

Al mismo tiempo Bolsonaro no presenta un programa que pueda entusiasmar ni tiene nada que ofrecer como logro de sus cuatro años de Gobierno considerados dentro y fuera de Brasil como un total fracaso, tanto económico como de política exterior, y que deja a 30 millones de brasileños sufriendo hambre o como se dice eufemísticamente con “carencia alimentar”.

Todo ello unido a la espada de Damocles sobre la posibilidad de que Bolsonaro, si pierde las elecciones, tiente un golpe autoritario apoyado por una parte de los militares y de las varias policías que lo apoyan, mientras se jacta que el pueblo “es su ejército " y por ello lo quiere lo más armado posible facilitando hasta el extremo la compra de armas para todos y hasta liberando de impuestos a las importadas. Su lema es que “pueblo armado nunca será vencido”.

Mientras tanto ese duelo entre Bolsonaro y Lula está creando gran preocupación entre psicólogos y psiquiatras que constatan el grave aumento de depresiones graves dentro de las familias y hasta entre amigos de una vida que se dividen como en una guerra entre lulistas y bolsonaristas. Según los expertos en psicología esa guerra está dividiendo a las familias y sobretodo a los jóvenes y está provocando no sólo problemas psíquicos graves sino también cardíacos con aumento de infartos como ha informado Folha de Sao Paulo.

De ahí que exista la sensación que las presidenciales de este año sean consideradas como las más dramáticas y enigmáticas desde la dictadura hasta hoy y que sean seguidas con alarma dentro y fuera del país, sobre todo a la luz de lo que está ocurriendo esta vez en los países del resto de América Latina donde, al revés, se advierte un cierto desencanto con la derecha mientras surgen nuevos líderes de izquierda. Es algo que está repercutiendo en Brasil donde la derecha teme que con la victoria de Lula, Brasil volvería, según Bolsonaro, a abrazarse de nuevo con los países de la extrema izquierda del continente, algo que él sigue viendo como el reino del demonio.

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