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Columna
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Más allá de Robin Hood

Con los impuestos no se le roba a nadie, sino que todos ganamos, ya sea en bienestar y justicia, ya sea en tranquilidad y dignidad

Impuesto a la banca
La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero.Nacho Frade (Europa Press)

Según una antigua historia china, a un sabio le fue concedido ver el infierno y el cielo antes de morir. En el infierno vio una mesa repleta de manjares. Y, sentada a cierta distancia, una masa de gente hambrienta, provista con unos largos palillos, con los que le resultaba imposible llevarse la comida a la boca. Llegado al cielo, el sabio vio la misma escena. Si bien al cabo de unos instantes reparó en que allí los unos se daban de comer a los otros. Lo que más me gusta de esta historia es su realismo. Me refiero, claro está, a que la lógica del castigo y la recompensa no es de corte trascendente, operada por ángeles y demonios, y dependiente del dictamen de alguna divinidad o idea exterior al mundo, sino que emana de la lógica misma de la realidad, donde la generosidad y la colaboración suelen resultar beneficiosas, y el egoísmo y la crueldad, perjudiciales. Como dice el refrán: “¿Haces mal? Espera otro tal.”

Pero no se trata sólo de una cuestión ética, sino también política. Pues, desde el fondo de una sociedad injusta, se elevan tanto los vapores del odio y la violencia, como las nubes de las que caerá la lluvia ácida del miedo y la indignidad. Es la teoría neoliberal del goteo, pero al revés. Por eso una sociedad injusta es doblemente miserable, pues provoca en los más desfavorecidos el sufrimiento de la pobreza y el resentimiento, y en los más acaudalados, el padecimiento del miedo y la indignidad. Valga como prueba que no sólo quieran huir de este tipo de sociedades los primeros, que buscan en Europa la prosperidad y la justicia que no tienen y desean, sino también los segundos, que buscan evitar la inseguridad y la violencia que infligen y aprovechan.

Por eso es un error presentar el sistema tributario como la institucionalización del espíritu de Robin Hood, que robaba el oro de los ricos para dárselo a los pobres. Con los impuestos no se le roba a nadie, sino que todos ganamos, ya sea en bienestar y justicia, ya sea en tranquilidad y dignidad. Es un win-win, por usar el dialecto neoliberal. No necesitamos visitar el infierno de Guatemala, ni el purgatorio de Detroit, para comprender que el único paraíso imperfecto al que podemos aspirar es el de la justicia social. Cojamos, pues, los largos palillos de la solidaridad y el esfuerzo, y alimentémonos los unos a los otros con los manjares de la educación, la sanidad y la igualdad de oportunidades. Nihao, o como se despedían los humanistas en sus cartas: Si tu vales, ego valeo. Si tú estás bien, yo estoy bien.

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