_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aquí yace todo el día

Hemos pasado de ver la vida como un valle de lágrimas por el que debíamos pasar como gato sobre brasas a concebirla como una pista de carreras que debemos sobrevolar

Una marea de viajeros sale del metro de Londres.
Una marea de viajeros sale del metro de Londres.Matt Dunham (AP)

El calor de estos días ralentiza el ritmo que solemos infligirnos. Liberados de la temporalidad humana, o inhumana, hacemos por la mañana el perro; al mediodía, el lagarto; y después de comer, la boa. O la lechuza, pues la filosofía nació en Grecia, donde el sol invitaba a dilapidar el tiempo charlando frente al mar. Si es cierto, como dice Robert Luis Stevenson, en En defensa de los ociosos, que el ajetreo es “síntoma de una vitalidad deficiente”, deberíamos estar todos en cuidados intensivos. El problema es antiguo, y abundan los mitos, los símbolos y las obras que lo tratan. Séneca, Michel de Montaigne y Henry David Thoreau nos avisaron del peligro de pasar resbalando sobre la vida, para solo darnos cuenta, en el lecho de muerte, de que no hemos vivido realmente.

Pero se trata también de un problema actual, porque en el seno del turbocapitalismo, todos parecemos el piloto de carreras Mario Andretti, para el cual “si todo parece que está bajo control, entonces es que no estás yendo lo bastante deprisa.” Una aceleración que surge de la reconversión de todas las experiencias no económicas en actividades de producción y de consumo. Acortamos el sueño, ocultamos la enfermedad, optimizamos el descanso, manufacturamos las amistades en contactos, refinamos el tiempo del cuidado en tiempo “de calidad”... De este modo se ha ido generalizando un enfoque teleológico y utilitario de la existencia, en virtud del cual hemos pasado de ver la vida como un valle de lágrimas por el que debíamos pasar como gato sobre brasas, para no condenarnos en el más allá, a concebirla como una pista de carreras que debemos sobrevolar para llegar a una meta que nunca podremos cruzar.

Porque, aunque hacerse rico o realizarse parezcan fines terrenales, no lo son. Pues el que es hoy nunca disfrutará de eso que se promete para mañana, porque estará solo, enfermo, muerto o lamentará no haber vivido. No se trata de caer en un puro presentismo, sino de resistir frente a la degradación de la existencia a un mero medio (ayer religioso, hoy economicista), apostando por que cada momento sea un fin en sí mismo, sin que eso impida que los enlacemos todos en una gran narrativa existencial.

El filósofo renacentista Cesare Cremonini hizo grabar en su lápida: “Aquí yace todo Cremonini”. De este modo negaba que ni un solo átomo de su alma hubiese ido al más allá, y daba testimonio de haber gozado plenamente de la única vida que le había tocado en suerte vivir. Nosotros deberíamos escribir tras cada puesta de sol: “Aquí yace todo el día”. Nunca fue tan urgente tomárselo con calma.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_