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tribuna
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La OTAN y China, ¿cita en el Pacífico?

El cambio en el balance de poder entre Washington y Pekín marcará la próxima década. El liderazgo en la investigación y desarrollo de la inteligencia artificial va a ser un factor clave en la disputa entre las dos grandes potencias

OTAN y China
ENRIQUE FLORES

El mundo visto desde el prisma de las potencias occidentales no muestra la misma representación gráfica que visto desde Asia. El eje central que marca el Atlántico para la visión occidental cambia en el caso de los países asiáticos, sustituyéndose por la proyección que configura el Pacífico o, desde un prisma más amplio, el Indo-Pacífico. Un cambio de perspectiva que la OTAN ya comienza a compartir, convirtiéndose en el mayor desafío planteado hasta el momento.

En el nuevo esquema de análisis geoestratégico, los treinta aliados que integran la Alianza Atlántica han acordado incorporar por primera vez la referencia a China en el recién adoptado Concepto Estratégico. Para la OTAN, China es su mayor desafío estratégico para los próximos diez años, mientras que para China esta década podría generar importantes dinámicas de cambio de cumplirse los retos que tiene identificados. Una geopolítica en transición que definitivamente situaría el epicentro de las directrices políticas y militares de la Alianza Atlántica en el flanco del Pacífico.

La fortaleza de la economía estadounidense podría verse en los p´roximos 10 años superada por la del gigante asiático, ante la perspectiva de que el PIB de China en dólares corrientes supere al de Estados Unidos al final de la década. Oficialmente ya es la primera economía mundial en paridad de poder adquisitivo desde 2014, pero este paso, de producirse, supondría destronar a Estados Unidos después de más de un siglo de dominio económico global.

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El comentario del presidente Biden en su primera gira por Asia de que “el futuro de la economía del siglo XXI se escribirá en gran medida en el Indo-Pacífico”, hace apenas dos meses, marcará el presente más inmediato en apenas una década situando el epicentro de la economía mundial en una región donde prevalece la esfera de influencia de China. Una circunstancia que aportará mayor asertividad al gigante asiático en el plano económico, motivando una mayor internacionalización del yuan que iría en detrimento de la hegemonía del dólar, y que conllevaría una reducción en el volumen de reservas internacionales en esta moneda. Un entorno de mayor influencia comercial del que se beneficiará, asimismo, un yuan digital ya plenamente operativo.

En el plan estratégico definido por Pekín, la próxima década marca además una etapa decisiva en la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China. Una carrera por el liderazgo innovador que tiene su meta puesta en 2035, cuando el gigante asiático tiene previsto alcanzar su ansiada autosuficiencia tecnológica. El progreso científico y tecnológico le permitirá dominar el desarrollo de las nuevas tecnologías, apostando por el liderazgo en inteligencia artificial que tiene un efecto modernizador directo sobre las capacidades militares. Un verdadero desafío para la OTAN que ya incluye a la vez la referencia a las tecnologías emergentes y disruptivas como oportunidad y riesgo en el marco del Concepto Estratégico, considerando que “la primacía tecnológica influye cada vez más en el éxito en el campo de batalla”. De ahí el llamamiento de la Alianza a la “transformación digital” y a la “mejora de las capacidades en ciberdefensa, redes e infraestructuras” para poder abordar los retos que entraña la próxima década.

El liderazgo en la investigación y desarrollo de la inteligencia artificial va a ser un factor clave en el desarrollo económico. Supondrá maximizar la competitividad económica de los países que apuesten por una tecnología disruptiva de la que también dependerá la seguridad nacional. El exjefe de software del Pentágono, Nicolas Chaillan, apuntaba a la lentitud en la transformación tecnológica del Ejército de Estados Unidos como motivo de su dimisión en declaraciones al Financial Times a finales del año pasado, considerando que Estados Unidos había perdido la batalla de la inteligencia artificial con China sin poder equilibrar la carrera para los próximos 15 o 20 años.

Situando a China entre las prioridades estratégicas de la OTAN para la próxima década, la Alianza se suma así a la visión de preocupación que comparten sus socios en Asia sobre la creciente influencia del gigante asiático en la región. En la reciente publicación de Pew Research Center que analiza la percepción sobre China entre 19 países, Japón y Australia lideran la clasificación entre los que consideran el poder militar de China como la mayor preocupación, mientras que la participación de China en la política interna de su propio país es la mayor inquietud identificada en Corea del Sur y Estados Unidos.

De los tres socios asiáticos, Australia es el que más activamente se ha anticipado a esta geopolítica en transición ante la creciente influencia militar de China en la región. La alianza estratégica de seguridad Aukus creada entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos a finales de 2021 pone de relieve los desafíos que plantea la región. Pero una China mucho más asertiva, también en plano militar, respondía a esta alianza multilateral con la firma de un pacto de seguridad con las Islas Salomón, un punto altamente geoestratégico en el Pacífico y a escasa distancia de Australia, apenas siete meses después.

Y es que las capacidades militares también figuran en el plan estratégico definido por China con vistas a 2035, pudiéndose adelantar la consecución de sus objetivos de modernización a 2027, permitiendo al gigante asiático afrontar en mejores condiciones los retos de defensa y seguridad que irá planteando una geopolítica en transición hacia el Indo-Pacífico en la próxima década. Un horizonte temporal que podría coincidir con el final de un tercer mandato de Xi Jinping y una mayor actividad de maniobras en el estrecho de Taiwán.

Considerando que “China no es nuestro adversario”, pero sí un serio desafío, como apuntaba Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, la Alianza comienza a enfocarse en el Pacífico en el giro estratégico más significativo en sus más de 70 años de historia. El rápido cambio en el balance de poder entre Estados Unidos y China va a marcar la próxima década, y de la construcción de una coexistencia, aunque sea competitiva, entre ambas potencias dependerá ampliamente que China siga manteniendo para la OTAN su estatus de desafío estratégico.

La asertividad del gigante asiático en el Indo-Pacífico irá en ascenso a medida que vaya materializándose su visión estratégica diseñada para la próxima década. De ahí que algunos socios de la OTAN que comparten con Estados Unidos pactos multilaterales como el Quad, del que participan Japón, Australia e India, y otros como Corea del Sur que todavía no participan de ninguna asociación de diplomacia minilateral, podrían intensificar su interés por una alineación más cercana a la OTAN que busque contrarrestar el poder de China en la región, principalmente su ascenso militar. De que esta geopolítica en transición incorpore al discurso una competición estratégica de estabilidad entre China, Estados Unidos y los aliados y socios de la OTAN dependerá que prevalezca un escenario de estabilidad y paz mundial.

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