Pragmatismo en Argentina
Alberto Fernández y Cristina Kirchner toman nota de la gravedad de la crisis económica y aparcan, al menos por ahora, sus ataques mutuos
Argentina atraviesa una grave crisis económica. Es crónica, precede al actual Gobierno y también al anterior. La economía es el mal que agobia a los argentinos, acostumbrados a vivir pequeños periodos de prosperidad seguidos de dolorosas caídas. Superar el bucle requiere de grandes acuerdos políticos, donde todos los sectores estén dispuestos a poner algo de su parte. El presidente, Alberto Fernández, ha dilapidado en poco más de dos años todo su capital político en pelear con su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
La crisis arrecia. El peso pierde valor cada día y la inflación está disparada. Las previsiones se acercan peligrosamente a una subida del IPC de tres dígitos para diciembre. Hace unos días, el ministro de Economía, Martín Guzmán, artífice del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, renunció a su cargo. Se sintió atado de manos y harto de los ataques que recibía casi a diario desde el kirchnerismo. Pero algo ha cambiado desde entonces.
La gravedad de la crisis ha activado dosis de pragmatismo que no se habían visto hasta ahora en la cúpula del poder en Argentina. Fernández y Kirchner han aparcado los ataques mutuos y las humillaciones públicas. La tregua política se tradujo en gestos que intentan llevar tranquilidad a los mercados. La nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, se comprometió ante el FMI a cumplir las metas acordadas por Guzmán en enero. Eso incluye ajustar el Estado y reducir los subsidios a la energía para controlar el déficit fiscal. El Gobierno decidió congelar la cantidad de empleados públicos y atar las partidas presupuestarias de la Administración a sus recursos genuinos. Los mercados escucharon lo que querían escuchar. Por mucho menos, Guzmán debió dejar su cargo.
Kirchner, y el kirchnerismo, no reaccionaron ante semejante dosis de ortodoxia económica. Es posible que hayan tomado nota de la cercanía del abismo. Durante la primera semana de la nueva ministra, los precios se dispararon, el peso se derrumbó frente al dólar en el mercado no oficial y los inversores huyeron de los bonos de deuda en pesos. Fue una tempestad que llamaba a un acuerdo político. Batakis representa ese acuerdo. No fue casualidad la puesta en escena de los anuncios: a su lado en la sede de Economía se sentaron ministros vinculados a la producción y hasta el presidente del Banco Central, Miguel Pesce. Fue la foto de una estudiada entente.
Para otro momento quedó una reforma general del Gabinete de ministros, como era de esperar cuando se trata de recuperar la confianza, tanto de la ciudadanía como de los inversores. Fernández y Kirchner no se ponen de acuerdo sobre ese punto; es tanto el rencor mutuo que han dejado para más adelante la construcción de una lista de candidatos por consenso. Pero han dado, al menos, un primer paso para reducir las tensiones internas que lastraban la gestión del presidente y carcomían el ánimo en la calle. Si Argentina no arregla la política, poco podrá hacer para mejorar la economía.
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