_
_
_
_
DERECHO AL ABORTO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin aborto no hay democracia

La decisión del Tribunal Supremo de EE UU es la prueba de que los países occidentales están en pleno retroceso populista

Defensores el derecho al aborto protestaban el viernes frente a la sede del Tribunal Supremo, en Washington.
Defensores el derecho al aborto protestaban el viernes frente a la sede del Tribunal Supremo, en Washington.EVELYN HOCKSTEIN (REUTERS)
Nuria Labari

No es solo un día triste para las mujeres o para el feminismo. La decisión del Tribunal Supremo de derogar el derecho al aborto en Estados Unidos es la prueba de que las autodenominadas democracias occidentales están en pleno retroceso populista, empezando por la más antigua del mundo y siguiendo por toda Europa. Así, el propósito de esta marcha atrás no pretende evitar futuros embarazos, ni siquiera atormentar a las mujeres. Su objetivo va mucho más allá por cuanto atenta contra la dignidad humana, a la vez que ofrece la ilusión populista de que es posible (y deseable) retroceder en el tiempo.

En un contexto donde la democracia no es capaz de garantizar unos mínimos de justicia e igualdad, donde la mayoría no tiene horizonte, ahorros ni seguridad, sucede que el populismo se frota las manos y ofrece siempre la misma solución, de Madrid a Texas: volver a la situación anterior. Así, el precariado sería la nueva clase social de las viejas “democracias regresivas” y el populismo, su consecuencia directa. De este modo, defender un partido o un Estado capaz de permanecer fiel a ciertos valores estables (en tanto parte de un pasado imaginario) se va a convertir en una de las estrategias políticas fundamentales en los próximos años y uno de los enemigos a batir por cualquier demócrata real. Es decir, por aquella o aquel que luche por la igualdad, la justicia social y el tiempo que los ciudadanos libres empleen en su crecimiento moral, personal y profesional.

Y no, no crean que en España estamos lejos de lo que ha sucedido en Estados Unidos. Al contrario, aquí estamos tan cerca de derogar el aborto como lo está una joven milenial convencida de que sus padres vivían mejor que ella de votar a Vox, ese partido populista y regresivo empeñado en que con Franco vivíamos mejor.

Pero, ¿por qué el populismo y la regresión de la democracia atacan siempre al cuerpo de las mujeres? No es porque sea más frágil, ni siquiera creo que se deba a una cuestión exclusivamente machista. Lo que pasa es que el cuerpo femenino es el espacio simbólico más representativo de lo propiamente humano y de su futuro. Si quieres detener el tiempo, debes empezar por frenar a las mujeres y someter su voluntad. Nos disparan a nosotras porque quieren dejar claro que pueden controlarnos a todos, que los cuerpos pertenecen al poder antes que a sus legítimas dueñas. Por todo ello, creo que derogar el derecho al aborto no debe confundirse con un retroceso exclusivo de las mujeres o el feminismo; al contrario, es la punta del iceberg de la regresión de la democracia que avanza desde hace décadas. Solo hay una buena noticia y es que, aunque el pasado ya no existe, las mujeres seguimos aquí. Y, lo mejor de todo, nuestro cuerpo no es dócil, al contrario: es desobediente, sangrante y está preñado de futuro. Y de abortos. Somos dueñas de un cuerpo sabio que sabe decidir sin culpa, sin arrepentimiento y con dignidad. Por eso nuestros abortos forman parte de la resistencia democrática.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_