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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Las tres secuelas tóxicas del juicio de Johnny Depp y Amber Heard

La misoginia se ha convertido en un lucrativo negocio para los creadores de contenidos digitales

Juicio de Johnny Depp y Amber Heard
Amber Heard, el miércoles.EVELYN HOCKSTEIN / POOL (EFE)

No nos ha hecho falta seguir el juicio por difamación de Johnny Depp contra Amber Heard. Ya nos acosaba solito allá donde mirásemos. En las últimas seis semanas, no ha quedado rincón virtual que no haya capitalizado este litigio. La memeficación de un juicio que nunca debió ser televisado ha simplificado en un tiempo récord la semántica y el tratamiento mediático de la violencia de género. No se veía tanto odio y tanta misoginia concentrados en la red desde que vivimos el Gamergate. En este fenómeno sin precedentes se han dado la mano clanes tan dispares como los activistas de la machoesfera —The Daily Wire, del ultraderechista Ben Shapiro, invirtió al menos 50.000 dólares en promocionar en las redes contenidos que ridiculizasen a Heard—; los seguidores de la cultura de la celebridad, esos stans (el anglicismo que une la palabra acosador y fan) de Johnny Depp que creen conocerlo personalmente aunque no hayan hablado con él en su vida y los de las tácticas conspiracionistas del true crime, que han aprovechado la retransmisión multicámara del juicio para diseccionar esas imágenes, mezclarlas a su antojo y viralizar teorías peregrinas sobre el caso.

Sin escapatoria virtual posible, en Twitter, la vejación a Heard invadía hasta el apartado que sugiere tuits ajenos bajo el epígrafe “También te puede interesar”. No es un apunte subjetivo: Cyabra, una plataforma que analiza la desinformación y la velocidad en la conversación de las redes sociales, revisó más de 2.300 perfiles que han tuiteado de forma activa sobre el juicio: el 93% apoyaba a Depp. Si allí el tono de la conversación era el del acoso, YouTube ha vivido una auténtica fiebre del oro con el caso. Y ha sido especialmente lucrativa si se generaban contenidos que ridiculizasen a la actriz. Ahí está la historia de Jacob, un chaval de 15 años que se dedicaba a comentar en su canal el juego Elden Ring hasta que entendió, por sugerencias del algoritmo, que donde estaban las visualizaciones (y, por tanto, el dinero) era en los vídeos que comentaban el juicio. A los pocos días, tal y como explicó a la NBC, explotó su analítica pronunciándose en contra de Heard.

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Pero ha sido TikTok la gasolina virtual, la fuente de misoginia contra la intérprete. Su cara llorosa como icono del #AmberTurd (algo así como #AmberZurullo) ha sido el símbolo de vídeos denigrantes que acumulan 4.200 millones de visionados. También se han popularizado delirios como especular con que esnifara cocaína mientras prestaba declaración. O la versión más escalofriante, la que puso de moda coger el audio del relato en el estrado de su violación y, como hicieron miles de tiktokers, grabarse haciendo playback con él, pero recreando la escena como si aquello fuese lo más excitante que hubiese llegado a sus oídos.

Existen tres secuelas tóxicas inmediatas tras un caso que estrena el ”porno de juzgados” para esta generación. Como ha tuiteado la periodista Moira Donegan, el veredicto que acepta como difamación parte de un texto de 2018 en el que ni siquiera se nombraba a Johnny Depp sienta precedentes contra los pilares de libertad de expresión del Me Too: “Si las mujeres no pueden hablar sobre sus experiencias de abuso sin incurrir en demandas por difamación que las acabarán arruinando, entonces, funcionalmente, ese discurso de las mujeres no es libre”. En segundo lugar, se constata que la misoginia resulta un lucrativo negocio para los creadores de contenidos digitales y que la mayoría de las plataformas virtuales —incluida Etsy, donde se venden por 17 euros felpudos que llaman “zorra” a Amber Heard— no ha puesto freno a esta especulación moral. Y la tercera es que el hecho de que prácticamente toda la sociedad occidental consuma contenidos que insultan y ridiculizan a una mujer que denuncia haber sido víctima de violencia de género implica un retroceso social (Rolling Stone ha contabilizado a centenares de víctimas de violencia machista que se han echado atrás tras el veredicto contra Heard).

La socióloga Nicole Bedera resume la sensación de derrota moral que resuena en nuestras cabezas tras estas semanas en las que se ha hecho espectáculo de la crueldad: “He visto muchos tuits sobre cómo esto es una señal sobre no creer a las supervivientes. Basándome en los mensajes de odio que estoy recibiendo, quiero añadir que muchos de los seguidores de Depp saben que fue abusivo. Simplemente, piensan que Heard se lo merecía”.

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