El candidato más detestado se impone a la candidata más temida
El gran reto que tiene Macron de cara al futuro es que, en un escenario en el que la extrema derecha acorta distancias, la continuidad de su partido no está asegurada
Europa respira tranquila ante la derrota de Marine Le Pen en Francia. Al final, el candidato más detestado se acabó imponiendo a la candidata más temida. Sin embargo, lo más destacable de estas dos vueltas es que Francia se divide en tres espacios políticos: la izquierda populista, el centroderecha liberal y la extrema derecha. Pese a que esta competición electoral tripolar no es exclusiva de Francia, sí es llamativo que estos tres espacios políticos se correspondan tan nítidamente con tres figuras tan distintas entre sí: Emmanuel Macron, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon. En este contexto de relativa calma, la gran pregunta es cómo hemos llegado hasta aquí.
En primer lugar, el presidente Macron ha logrado renovar su mandato, pero lo ha hecho polarizando a la sociedad francesa en torno a su figura. Pese a que los medios de comunicación han centrado su análisis en el rechazo que produce Macron, se ha hablado menos de cómo ha logrado afianzar y fidelizar a su base electoral, puesto que sus votantes han sido los que más claro tenían su voto. Quizás lo más llamativo de este electorado sea que haya aceptado el giro estratégico hacia la derecha del presidente, que ha dedicado todo su mandato a seducir a los votantes conservadores de cara a 2022. Macron seleccionó a miembros de Los Republicanos como primeros ministros, redujo el impuesto sobre la fortuna y reprimió con dureza los movimientos de protesta como los chalecos amarillos.
No obstante, el gran reto que tiene Macron de cara al futuro es que, en un escenario en el que la extrema derecha acorta distancias, la continuidad de su partido no está asegurada. Particularmente cuando Macron —igual que han hecho Mélenchon y Le Pen— ha dinamitado cualquier posibilidad de legar un sucesor popular al priorizar el control sobre su plataforma. El ejemplo más evidente fue el cese de Édouard Philippe como primer ministro, cuando numerosos sondeos confirmaban que era sensiblemente más popular que el presidente. En otras palabras, Macron se arriesga a que su legado político sea un centroderecha debilitado frente a la ultraderecha más fuerte de la historia francesa.
Por su parte, el auge de Le Pen ha sido, sin duda, uno de los elementos principales de la campaña. Gran parte de este ascenso ha tenido que ver con las estrategias de sus rivales. En este sentido, Macron ha adoptado el discurso de la extrema derecha que vincula el islam y la inmigración con el terrorismo y la delincuencia, como ponen de relieve la aprobación de leyes como la polémica Ley de Seguridad Global de 2021 o que su ministro del Interior llamara “blanda contra el islamismo” a Le Pen.
Asimismo, la aparición de Éric Zemmour ha permitido a Le Pen lograr una apariencia moderada simplemente por comparación con el lenguaje histriónico de este contra los inmigrantes. Además, resulta crucial no confundir la “desdiabolización” con una supuesta moderación, puesto que este proceso solo es posible porque a su partido ya se le asocia con posiciones antiinmigración. Desde esa sólida base electoral, la candidata de Agrupación Nacional se lanzó a la conquista de otros votantes hablando de temas sociales como la pérdida de poder adquisitivo. ¿Pero ha logrado arrebatar muchos votos del tercer polo, el de la izquierda populista?
Estos meses hemos escuchado a muchos argumentar que el eje izquierda-derecha ha desaparecido para dar lugar a una nueva lucha entre “cosmopolitas y nacionalistas”, pero este tipo de argumentos obvia que apenas ha habido una transferencia de voto de Mélenchon hacia Le Pen, y que la primera fuerza de las clases trabajadoras y los jóvenes no es Le Pen, sino la abstención, que en esta vuelta ha sido récord con un 28%.
¿Qué le espera, por tanto, a Macron como presidente en esta nueva estructura tripolar? Tradicionalmente, el rebufo de la victoria en las presidenciales lleva al partido ganador a lograr mayoría en las legislativas, pero dada la fragmentación política en tres polos, solo lo sabremos cuando el próximo junio vuelvan a sonar los tambores de guerra electorales, esta vez en dirección a Matignon (residencia oficial del primer ministro).
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