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Ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
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La batalla decisiva

El choque que se prepara tiene todas las características de un duelo clásico. Y solo tendrá un desenlace claro si una de las dos partes es capaz de arrollar, liquidar o rendir a la otra

Un hombre camina junto a una escuela destruida por los bombardeos en Kramatorsk (Ucrania).
Un hombre camina junto a una escuela destruida por los bombardeos en Kramatorsk (Ucrania).FADEL SENNA (AFP)
Lluís Bassets

No lo fue la primera, la de Kiev, que terminó con la derrota de Putin. Ahora ha empezado la segunda, distinta en todo: geografía, disposición y estado de las fuerzas, profundidad territorial... El objetivo del Kremlin es controlar la cuenca de Donbás —las dos provincias enteras de Donetsk y Lugansk, declaradas independientes de Ucrania pero solo parcialmente en manos de los secesionistas prorusos— y, una vez tomada la ciudad portuaria de Mariupol, conectarla con la Crimea ya anexionada a Rusia en 2014.

La ofensiva fue precedida por intensos bombardeos, que afectan a toda la geografía ucrania, incluyendo la lejana Lviv. Queda claro que la anexión pretendida por Putin no significa desechar la estrategia de liquidación del Estado ucranio independiente. Simplemente, queda pospuesta.

El choque que se prepara tiene todas las características de un duelo clásico, al estilo de las grandes batallas de blindados del siglo XX. Y solo tendrá un desenlace claro si una de las dos partes es capaz de arrollar, liquidar o rendir a la otra, una circunstancia que difícilmente se producirá. Rusia ha reorganizado y acumulado todas sus unidades en el frente de Donbás y podrá recibir tantos suministros e incluso soldados como necesite del territorio ruso adyacente. Ucrania sigue con la ventaja de la defensa, “la forma más fuerte de hacer la guerra”, según el clásico Carl von Claussewitz. “Preservar es más fácil que ganar”, escribió el militar prusiano en Sobre la guerra. “El defensor cosecha donde no ha sembrado”, sentenció.

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Ambos ejércitos llegan al enfrentamiento debilitados después de la sangrienta batalla en gran parte urbana alrededor de Kiev. Tendrá un papel determinante el suministro de armamento y munición, sobre todo si el choque deriva hacia una prolongada batalla de desgaste. De ahí la importancia para Ucrania tanto de las sanciones económicas que pueden hacer mella en la industria de guerra rusa como de las armas que pueda recibir de sus aliados. El Kremlin tiene prisa para anotarse esta segunda batalla, a la que se añade la necesidad de exhibirla en el desfile conmemorativo de la victoria sobre Hitler, el próximo 9 de mayo en la Plaza Roja. Pero no esconde su propósito de persistir, incluso si el éxito que busca se le escapa de nuevo, embarrado en una larga guerra de posiciones.

Los preparativos son de una batalla decisiva, pero el resultado puede que no lo sea. Putin siempre tiene a mano una solución, al menos para salvar el desfile: le basta con invertir el significado de las palabras y proclamarse vencedor después de hacer tablas o cosechar otra derrota. Solo será la batalla decisiva si conduce a la negociación y al alto el fuego, pero esto se sabrá cuando se llegue al punto culminante del enfrentamiento entre los dos ejércitos, justo el momento en que el ataque pierde impulso y corresponde buscar la paz. Juzgar y aprovechar este punto para que callen las armas, según el clásico, es lo que define el talento de un comandante.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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