Putin, un personaje incomprensible
Retrato del presidente ruso como intérprete de una serie para quien lo importante es que los occidentales sepan que nadie lo puede detener
Cuando alguien se dirige a un productor con la idea de venderle una serie, necesita disponer de una gran cantidad del material más variado: una temporada perfectamente descrita, una sinopsis breve, una idea general de la primera temporada y, por supuesto, un retrato de los personajes principales. Tras echar un vistazo a la última página del informe, el productor ha de imaginarse al instante el papel exacto de cada uno de los personajes de la historia que se le ofrece... Y si entre los personajes aparece un tal Vladímir Putin, habrá problemas y gordos...
¿De qué personaje se trata? ¿Qué lo mueve? ¿Es un buen tipo o un malvado? ¿Cuál es su objetivo y cómo irá cambiando de una temporada a otra?
En sus años jóvenes se dedica a la lucha libre. Va al gimnasio para enfrentarse a los gamberros de su barrio. Muchos se ríen de él. Costaría llamarlo un tipo guapo; por eso, habrá de atraer el interés de las muchachas que se entrenan en la sala contigua y que ni siquiera se dan cuenta de su presencia, de modo que habrá que atraer su atención claramente de otro modo.
Cierto tiempo trabaja de taxista. En Rusia representa un perfil bien conocido. En el país, los cocheros se han pasado siglos en el pescante reflexionando sobre política. En Rusia, Putin es el primer taxista de la historia que ha llegado a presidente. Y ahora hace realidad las ideas que se han ido formado en su mente durante sus carreras de hace varias decenas de años atrás.
—¿Quiere decir que su personaje sabe hacia dónde se dirige?
—Sí, ¡pero no se lo dice a nadie!
—¿O sea que es una persona reservada?
—Sí, y lo es hasta tal punto que en un tiempo se enrolará en el KGB.
—¡Vaya! ¿En el KGB? ¡Esto le encantará al espectador! ¿Y qué carácter tiene?
Le gusta ganar. Aunque la verdad esta situación resulta a veces algo cómica. Cuando por ejemplo, juega al hockey, sus contrincantes, escogidos especialmente, se apartan para que él pueda marcar.
—¿De modo que se trata de una comedia?
—Una tragicomedia.
Por ejemplo, él considera que el desmoronamiento de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX.
Al llegar las noches de invierno, cuando el occidente de Rusia se va a dormir y el extremo oriente duerme ya hace horas, él se encarama a la triste cama que un día le regalara Berlusconi y se entrega al recuerdo nostálgico de otros tiempos, cuando para mantener su natural juventud no necesitaba visitar de incógnito al cirujano plástico suizo, pues deseaba ser eternamente joven.
—¿Como los personajes de los filmes de Sorrentino?
—Si, algo parecido.
Le encanta que le escuchen, pero no le gusta escuchar a los demás. Durante los más de 20 años que gobierna Rusia, Putin nunca ha participado en debate alguno con sus adversarios. Por eso justamente en la nueva película desencadena el conflicto con Ucrania. A nuestro personaje le encanta obligar a los demás a dialogar; le encanta resolver problemas que él mismo ha creado.
—¿Y en cuanto al amor? ¿Tiene esposa o pareja?
—Está separado y mantiene ocultas a la gente a sus propias hijas.
—¿134 millones de rusos ignoran qué aspecto tienen las hijas del presidente?
—Así es...
—Un tipo raro su Putin. ¿Y qué piensa de nosotros?
—¿De Europa?
—Correcto.
No la quiere. Le gustaba la RDA, porque allí trabajaba la Stasi. Pero ahora, ¿no me dirá que Alemania es un país? Una tierra llena de emigrantes, con matrimonios homosexuales y libertad de expresión... Un buen soviético considera todo esto como un signo de debilidad y decadencia. Putin no cree en los valores europeos, porque sabe perfectamente su precio; recuerda lo que les paga a Gerhard Schröder en Rosneft, a François Fillon en Sibur y a Karin Kneissl, también en Rosneft. Putin sabe que mientras lo critican, los políticos europeos están escribiendo no pocas veces, sus propios currículos para un día presentarse en alguna de las compañías pertenecientes a sus amigos. Toda Rusia pertenece a alguno de ellos. Por esta misma razón, mira con cierto escepticismo los estudios superiores: el grupo de Leningrado en el que en otro tiempo se dedicaba a la lucha libre muestra en la lista de Forbes más millonarios que en cualquiera de las universidades de más prestigio del mundo.
—¿Quiere esto decir que ni le atrae Europa?
En realidad, la desprecia. En su opinión Europa es débil. Solo existen EE UU y China; todo el resto es morralla. Europa solo puede expresar “su seria preocupación”, pero no mucho más. Putin sabe que puede hacer lo que le dé la gana, atacar a periodistas independientes, aplastar organizaciones no comerciales, apartar oponentes, revisar la Constitución y hasta declarar guerras, sean estas contra Georgia o Ucrania. Porque Europa nunca dará un paso decisivo en contra. Sea lo que sea lo que él se permita, Europa elegirá Nord Stream 2, porque los europeos preferirán mirar la serie de Putin recogidos en la comodidad y el calor de sus casas, porque, en opinión de Putin, entre la libertad y el confort Europa siempre elegirá el confort.
Veamos una escena de la primera temporada:
Dresde. Es tarde por la noche. Putin saca sus cosas del maletero del coche, un automóvil de su propiedad. De pronto, se le acerca un vecino. Putin cree que el vecino le quiere ayudar con las maletas, pero este le dice: “¡Cuidado: no me vaya a rayar usted el coche!” Putin siempre recordará esta escena. Sabe que lo único que de verdad teme Europa es que la rayen. Sabe que para un europeo una raspadura en su propio coche es más importante que el hecho de que en el maletero haya un cadáver.
—¡¿Un cadáver en su maletero?!
—¡Que no estamos en el cine!
—¿Y si hablamos en serio?
En serio: a Putin no le importa si hay o no hay un cadáver en el maletero. Lo único que le interesa es que creáis que es capaz de que esto suceda. Lo que le importa es que el espectador europeo crea que algo así puede suceder. Para él lo importante es que ustedes sepan que nadie lo puede detener, que si él lo considera necesario, atacará Ucrania, que si él lo considera necesario empleará el arma nuclear. En los años noventa, Putin llegó a resolver sus conflictos con la mafia de Petersburgo, y estos muchachos eran mucho peores que Macron y Kurz. Para Putin, Macron y Kurz son unos críos. Putin sabe que pierde quien primero tiene miedo, y a los críos no cuesta mucho asustarlos.
—Ni que fuera un gánster...
—En sus memorias, Obama se refiere a Putin en estos mismos términos.
—¿Pero qué es lo que Putin quiere?
Quiere que ustedes lo respeten. Quiere que le pidan consejo y que consideren a su país una gran potencia. No le importa cómo vive la gente en este país; lo importante es su tamaño. Está acostumbrado a ver que en su país nada se resuelve sin su consentimiento. Oligarcas y gentes que ni siquiera tienen un lavabo decente le piden audiencia, y lo que ahora quiere es que cualquier país que aspire a pertenecer a la OTAN primero se lo pregunte a él. No le interesan ni la economía ni los problemas sociales de Rusia: demasiados pequeños conflictos le ha tocado a resolver. Ahora lo que le atrae son las grandes partidas. Sueña con que Ucrania y Bielorrusia vuelvan a formar parte de Rusia, y lo ideal sería quedarse con Lituania. Letonia y Estonia. Se ve a sí mismo como el líder que reúne todas sus tierras.
—¡Pero esto es imposible!
—¿Para quién?
—¿Sabe una cosa? Denos tiempo para pensar... Aunque tengo aún una pregunta. Dígame: ¿qué tenía en la maleta? ¿Dinero?
—No, el dinero ya no le interesa.
—¿Entonces qué?
—El poder, la locura, o el vacío. Eso es algo que el espectador ha de decidir por su cuenta.
—No, así no lo podemos dejar. Porque tampoco estamos filmando una art-house. Creo que tendría que trabajarlo más. Perfilar los personajes. Nuestro espectador querrá saber con más exactitud qué quiere su personaje, qué lo mueve... Por otro lado, es cierto que en este ambiente imprevisible y demencial, donde domina el ansia de poder, hay algo... Creo que hasta cabría otra temporada
—Dicho más exactamente, esto permitirá al protagonista actuar una temporada más.
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