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Ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
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Rusia, China, EE UU, enfrentamiento global

Es muy probable que la ocupación rusa de Ucrania dure hasta que se logre un acuerdo entre Washington, Moscú y la UE sobre la arquitectura de seguridad en el continente europeo

Vladimir Putin
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, en una imagen de archivo.Alexei Druzhinin (AP)
Sami Naïr

No es posible entender la incalificable agresión contra Ucrania por parte de Rusia solo a partir de la personalidad de Vladímir Putin; su actitud cabe integrarla en el contexto de una reorientación estratégica de amplia magnitud elaborada estos últimos años por el mandatario ruso, en plena sintonía con la visión china de la geopolítica mundial, particularmente en lo concerniente a las conflictivas relaciones con EE UU.

En 2008, recién estrenado el cargo, el presidente Barack Obama relegaba manifiestamente a Rusia, como potencia secundaria, centrando, en adelante, el eje estratégico de la política estadounidense sobre Asia frente a China. Han sido muchos los testigos que oyeron a Putin decir que no perdonaría a EE UU esta humillación. El fracaso de la OTAN en Afganistán, el inicio progresivo de una política de defensa europea con motivo de la intervención en África (el despliegue de la Operación Barkane), el rechazo de varios socios europeos a incrementar su participación financiera en esta organización, habían generado, desde la presidencia de Donald Trump y después, con Joe Biden, una nueva reflexión sobre los objetivos de la organización atlantista.

El bloqueo de los acuerdos de Minsk de 2015, unido a las reiteradas peticiones (respaldadas por los países del Este) de Volodímir Zelenski para ingresar en la UE y en la OTAN, fueron interpretados por Putin como un avance de un nuevo orden global de extensión norteamericana, que seguiría dominando a Europa pese al descalabro afgano, y, al tiempo, le permitiría cercar a Rusia. Esta visión paranoica de hostigamiento encuentra su eco en la percepción de los dirigentes chinos, que tachan la focalización de Estados Unidos sobre Asia de estrategia de guerra, no solo por la competitividad económica, sino también por la tensión en torno a Taiwán. Es así cómo traducen la hegemonía que EE UU acaba de conseguir recientemente en el indo-pacífico con la venta de submarinos nucleares americanos-británicos a Australia.

En consecuencia, para Putin y el presidente Xi Jinping, Ucrania es solo una parte de este enfrentamiento global. China piensa que el pulso con EE UU irá a peor, un pesimismo que Putin comparte, creando un vínculo de solidaridad inquebrantable entre ambos países: “Lo que la OTAN, liderada por Estados Unidos, ha hecho es lo que gradualmente ha llevado al conflicto entre Rusia y Ucrania al límite”, ha dicho Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China.

Esta concordancia de intereses geopolíticos entre China y Rusia fortalece la posición de Putin. Es muy probable que la ocupación rusa de Ucrania dure hasta que se logre un acuerdo entre EE UU, Rusia y Europa sobre la arquitectura de seguridad en el continente europeo. China podrá contar con el apoyo firme de Rusia en Asia, particularmente en su reivindicación sobre Taiwán. En esta gran contienda geopolítica, es imprescindible que Europa, más allá de la solidaridad total con Ucrania, siga favoreciendo el diálogo con todos los actores y forme parte de un compromiso futuro. Es la mejor manera de detener la amenazante dinámica de guerra mundial.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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