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Tribuna
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Un futuro de cuidados, una responsabilidad de todos

En Europa, con una población cada vez más envejecida, la necesidad de atención va a aumentar. Lo que hay que replantearse es que sea una tarea prácticamente exclusiva de las mujeres

Una trabajadora de una residencia de mayores madrileña ayuda a una mujer.
Una trabajadora de una residencia de mayores madrileña ayuda a una mujer.David Fernández (EFE)

El próximo 14 de marzo se inicia en Nueva York la 66ª Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW66). Desde 1946, la comisión es el único órgano de Naciones Unidas dedicado exclusivamente a la formulación de políticas sobre igualdad de género.

Este año, el tema central será el cambio climático. Es indudable que para conseguir la justicia climática hay que avanzar hacia la igualdad. Y en ese camino, la ética de los cuidados se convierte en un punto de referencia adecuado. Recientemente, la filósofa y consejera de Estado Victoria Camps, en su libro Tiempo de cuidados (Arpa), ponía el foco en la importancia de los cuidados, una labor que han desempeñado tradicionalmente las mujeres y que, precisamente por eso, ha sido permanentemente invisibilizada. Desde la sociología, María Ángeles Durán también ha dedicado gran parte de su obra a destacar el valor de los cuidados como una riqueza invisible.

Nuestras vidas transcurren en el ámbito de un sistema económico sobredimensionado, que ha absorbido otros que debían tener prevalencia, como el social. Si lo social prevaleciera sobre lo económico o si lo económico se definiera en función de lo social o al menos contemplándolo, los cuidados verían reconocido su valor.

Pero lo cierto es que la economía de mercado descansa sobre la gratuidad de los cuidados, que se han considerado tradicionalmente una tarea que naturalmente corresponde desempeñar a las mujeres. Es sorprendente que, en lugar de reconocer que la mujer ya contribuía suficientemente al cumplimiento de las tareas reproductivas consustanciales a la preservación de la especie humana, con el embarazo y el parto, se impuso universalmente un paradigma según el cual el corolario del papel de la mujer en la reproducción es que es ella —también— quien debe asumir el rol principal cuando se trata de cuidar a la familia.

Un estudio publicado en 2017 por la OCDE constataba que el único país del mundo donde los hombres dedican más tiempo que las mujeres al cuidado de los hijos en edad escolar era Finlandia. Esto se corresponde con lo que ya denunció Susan Moller Okin: la injusticia que sufren las mujeres en el ámbito familiar. Es precisamente la distribución desigual del trabajo no remunerado en la familia lo que subyace a muchas manifestaciones de la desigualdad de género. Las mujeres ya estamos muy cansadas de trabajar gratis. Si seguimos asumiendo esta carga, estamos contribuyendo a la perpetuación de la inequidad, a la consolidación de nuestra servidumbre y a la de todos los sujetos periféricos.

Debemos aprovechar la ocasión que nos brinda la CSW66 para reflexionar sobre la relación entre la explotación de la naturaleza, la de las mujeres y la de otros grupos humanos que el sistema ha dejado atrás. Mark Fisher se preguntaba si había alternativa al capitalismo y destacaba que hemos llegado a un punto en que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esto no es razonable.

Como ha subrayado el grupo de expertos de Naciones Unidas encargado de preparar los documentos que servirán de base a la 66ª Comisión, una ética del cuidado nos ayudaría a subrayar la interdependencia entre sociedad y naturaleza y a recuperar valores como la solidaridad y la empatía. Y, en palabras de Victoria Camps, nos serviría de referencia para inaugurar una forma nueva de estar en el mundo o incluso, yo diría, con el mundo, en una visión más simbiótica desde la que se podrían construir sociedades más humanas y más conectadas con la vida.

En Europa, con una población cada vez más envejecida, la necesidad de cuidados no va a disminuir. Va a aumentar. Lo que hay que replantearse es que sea una tarea prácticamente exclusiva de las mujeres. Es un deber de todos. Las políticas de cuidado deben ser prioritarias.

Desde el feminismo se puede reivindicar una sociedad no patriarcal, y además no antropocéntrica. Las mujeres y los cuidados hemos estado en la periferia del modelo económico y queremos ser centro. Victoria Camps introduce en Tiempo de cuidados una reflexión sobre la necesidad de superar el antropocentrismo como base ontológica de la ética. Rosi Braidotti nos invita a experimentar un éxodo antropológico, para inaugurar un nuevo orden posantropocéntrico que se abre al reconocimiento de otras especies y al cuidado del planeta.

Aprovechemos la próxima sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer para reivindicar la solidaridad feminista y la ética del cuidado para superar el antropocentrismo que nos ha conducido a una sobreexplotación de la naturaleza y para reivindicar el valor y la necesidad de los cuidados, así como la responsabilidad colectiva que debemos asumir como sociedades democráticas y humanas, comprometidas con la vida en este planeta.

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