Declaración de Versalles: una membresía verde para Ucrania
La UE debe ofrecer en la cumbre del día 10 al país atacado una bienvenida con un pronunciamiento político que confirme su futuro europeo y su incorporación a la transición climática de la Unión
Cinco días después de que comenzara la invasión de Ucrania por parte de Putin, el presidente Volodímir Zelenski presentó la solicitud de adhesión de su país a la UE. Ocho de los actuales 27 miembros de la UE la acogieron con satisfacción, pero la mayoría permaneció en silencio. Su falta de entusiasmo no debe interpretarse como una falta de apoyo a Ucrania. La UE ha tomado medidas drásticas y sin precedentes en materia de sanciones y refugiados durante la última semana. Más bien refleja el hecho de que un país sometido a una amenaza existencial a su integridad territorial necesita otro tipo de integración en la UE, más rápida y más ecológica.
Lo que más ayudaría a Ucrania sería la plena adhesión al Green Deal europeo, incluida la Unión de la Energía. El camino hacia la plena adhesión es largo y arduo, como han comprobado los países balcánicos. Mientras las ciudades ucranias son bombardeadas, la Rada no puede estar debatiendo cómo aplicar 100.000 páginas de normas y reglamentos de la UE. Para entablar las negociaciones de adhesión, cada ministerio tendría que crear un gran equipo de funcionarios para trabajar en todos los requisitos legales y técnicos. Ucrania tendría que llevar a cabo importantes reformas en la Administración y la economía del Estado para erradicar la corrupción. Este es un trabajo que solo podría comenzar en condiciones de paz y reconstrucción. Ahora mismo, hay que dedicar todos los esfuerzos a defender el país.
Por parte de la UE, ofrecer inmediatamente el estatus de candidato a Ucrania socavaría las exigentes condiciones establecidas para la adhesión. Debido a la profunda integración económica e institucional que se requiere, los países tardan años en superar las etapas del proceso de adhesión. La UE no puede permitir que Ucrania, o incluso Georgia y Moldavia, que también solicitaron la adhesión la semana pasada, se salte el proceso.
Lo que la UE puede y debe ofrecer a Ucrania en la cumbre de Versalles del 10 de marzo es una bienvenida fuerte y sostenida a través de una declaración política que confirme el futuro europeo del país y una nueva forma de membresía verde que integre inmediatamente a Ucrania en las partes de la Unión que dan ayuda práctica y reducen la dependencia del país de Rusia. Esto profundizaría los lazos económicos y ofrecería un paso transitorio hacia una eventual adhesión.
Para demostrar que la agresión no hará que Europa abandone a sus vecinos, la UE debería aprovechar el momento para firmar una Declaración de Versalles similar a la Declaración de Salónica de 2003, que dio a los Balcanes occidentales la promesa de que su futuro a largo plazo está en Europa. Aunque no obliga a la UE a acelerar la adhesión antes de que los países estén política e institucionalmente preparados, esta declaración mantiene abierta la promesa de una eventual adhesión. En la práctica, esta declaración no es mucho más de lo que ya garantiza el artículo 49 del Tratado de la UE. Pero supone una señal política importante para responder positivamente a la solicitud de adhesión de Ucrania y abrir la puerta a las perspectivas europeas de Georgia y Moldavia. Y una firma en Versalles, donde se celebró el tratado de paz que puso fin a la I Guerra Mundial, tiene la resonancia histórica adecuada.
A algunos líderes europeos les pone nerviosos que esa declaración provoque una escalada del conflicto por parte de Putin, dado el uso de la fuerza en 2014 para tratar de impedir la firma de un acuerdo comercial y de asociación entre Ucrania y la UE. La invasión demuestra que hará todo lo posible para evitar que Ucrania se aleje de la esfera de influencia rusa, porque sabe lo mucho que socava su dominio el éxito de Kiev en el mantenimiento de la democracia y la creación de vínculos económicos independientes de Rusia. Pero es un riesgo que vale la pena correr, dado que ya está lanzando casi todo lo que tiene contra Ucrania, menos las armas nucleares, y la extrema necesidad de los ucranios de tener esperanza y apoyo.
El ataque a las centrales nucleares ucranias muestra hasta qué punto el conflicto está motivado por el deseo de Putin de controlar la energía. Ucrania necesita salir de su relación tóxica con la energía rusa, especialmente la dependencia del gas ruso y de los ingresos de los gasoductos que lo transportan a través de su territorio. La UE está tratando de reducir drásticamente su propia demanda de gas ruso, con un plan de independencia energética que impulsará partes del Green Deal mucho más rápido, además de buscar nuevas fuentes de suministro energético inmediato. Para negar a Putin los ingresos para financiar su guerra, tenemos que bajar nuestros termostatos y reducir la demanda de gas ruso en todo nuestro continente.
Además de estas preocupaciones inmediatas, la UE debe reducir el potencial de futuros conflictos por la energía y los recursos avanzando a toda velocidad en la transición climática. Tanto los objetivos a corto como a largo plazo se verían favorecidos si la Declaración de Versalles ofreciera a Ucrania la adhesión plena al Green Deal. Ello permitiría una transición más rápida para aumentar la eficiencia en las industrias ucranias, notoriamente intensivas en energía, para aumentar el desarrollo del hidrógeno renovable y para acelerar la creación de un mercado energético paneuropeo integrado que incluya tanto a Ucrania como a Moldavia. Ya la semana pasada, estos dos países se desconectaron de la red eléctrica ruso-bielorrusa. Ahora necesitan poder sincronizarse con la red eléctrica de la UE (ENTSO-E, la Red Europea de Operadores de Sistemas de Transmisión) de forma permanente.
Es poco lo que se puede construir mientras dure la guerra, pero la integración en el Green Deal debería ser una parte clave de la recuperación y la reconstrucción, y la UE debería empezar a ofrecer lo que es posible en las circunstancias actuales. El pleno flujo inverso de gas entre la UE y sus vecinos es un objetivo estratégico para aflojar la influencia de Rusia a través de sus contratos de suministro y evitar que cobre precios diferentes a las empresas y gobiernos europeos, aumentando así la seguridad energética en general.
Otras partes del Green Deal ayudarían a poner en marcha la transición económica de Ucrania, como la agricultura ecológica —ya que Ucrania es un importante exportador de alimentos—, así como cambios clave en la política industrial, la innovación y la introducción de vehículos eléctricos en las ciudades. El dinero es el beneficio más importante a corto plazo. La ayuda financiera que se ofrece a Ucrania en estos momentos palidece en comparación con la que se ofrece en la UE para la transición ecológica. Ucrania ha indicado que necesitaría unos 11.000 millones de euros al año para llevar a cabo la transición a las bajas emisiones de carbono. Antes de la invasión, la UE estaba a punto de ofrecer 2.300 millones de euros a lo largo de cinco años a toda la región en subvenciones, financiación combinada y garantías a través de su nuevo Plan Económico y de Inversiones. La parte correspondiente a Ucrania ascendía a 1.600 millones de euros para iniciativas de apoyo a todo tipo de actividades, desde pequeñas y medianas empresas hasta explotaciones agrícolas, pasando por la transición digital y la eficiencia energética. No es realista esperar una transición ecológica con este nivel de financiación, especialmente si se tiene en cuenta la importante reforma necesaria en las regiones carboníferas de Ucrania.
Un Green Deal europeo ampliado también sería una gran manera de impulsar los compromisos globales de la UE en materia de clima. La UE se ha comprometido a reducir sus propias emisiones en un 55% de aquí a 2030, pero la diferencia sería mayor si ayudara a sus vecinos a reducir también las suyas drásticamente en ese plazo.
La UE ha mostrado un liderazgo encomiable con su paquete Fit for 55 y el Green Deal global. Ahora necesita ampliar su inversión en estabilidad y seguridad energética para todo el continente europeo. Aunque Ucrania no sea miembro de la UE ni de la OTAN, un ataque a nuestro vecino es una amenaza económica y de seguridad para todos nosotros en Europa. Ahora es el momento de mostrar la solidaridad a través de una declaración política y de hacerla realidad incorporando a Ucrania plenamente a la transición climática de Europa.
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