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columna
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Hipocresía para hoy, guerra para mañana

Sí, hay que defender los valores de libertad, fraternidad e igualdad pero de verdad y para toda la humanidad, sin venderlos cínicamente al mejor postor

Guerra en Ucrania
Un grupo de hombres colocan obstáculos antitanque para defender sus calles, en Leópolis.PAVLO PALAMARCHUK (REUTERS)
Najat El Hachmi

Dar apoyo a los ucranios ante una invasión extranjera es la única postura éticamente aceptable. Que políticos y demás dirigentes afirmen que hay que hacerlo en nombre de los valores europeos es una auténtica hipocresía. Podríamos llenar todas las páginas de este periódico enumerando las veces que Occidente ha traicionado sus valores en aras del beneficio económico. Basta recordar a los afganos que caían del cielo desesperadamente agarrados a un avión en marcha o echar un vistazo a los cadáveres que flotan en el Mediterráneo. Los déspotas, los genocidas y las guerras africanas parece que son de otro mundo y causen un sufrimiento de segunda. ¿Cuál será la diferencia? Ah, sí, algo nada relevante: su color de piel.

¿Qué más tiene que pasar para que de una vez por todas Europa se dé cuenta de que es un oasis democrático en medio de un mundo autoritario y que el hecho de establecer tan estrechas y fructíferas relaciones con estos regímenes es un comportamiento idiota a largo plazo?

Europa mira para otro lado siempre que le conviene. Vendemos armas a Arabia Saudí, que lleva años usándolas para masacrar a la población civil de Yemen y cometiendo crímenes de guerra sin que ninguna declaración de solidaridad se haya escuchado entre quienes ahora lloran por los ucranios. Nos duelen tanto los yemeníes o que las mujeres saudíes no tengan derechos, nos afecta tanto que no exista la democracia en Arabia Saudí, que decidimos trasladar allí la Supercopa de España (¡de España!). Hemos negociado con Putin siempre que nos ha convenido, alimentando así el monstruo que amenaza ahora con devorarnos. Seguimos haciendo lo mismo con otras petrodictaduras porque nos importa más que no suba la gasolina que que las mujeres estén sometidas a leyes medievales. Consentimos la explotación de trabajadores en otros países que no sean europeos porque los derechos laborales terminan en nuestras fronteras, a pesar de que parte de la riqueza de unos pocos (oligarcas a su modo, aunque sea por la vía de la ingeniería financiera) es fruto de la misma vergonzosa explotación. Que se encarcele y torture a defensores de los derechos humanos en Marruecos no impide que sigamos teniendo unas estupendas relaciones con nuestro vecino del sur.

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Así que sí, hay que defender los valores de libertad, fraternidad e igualdad pero de verdad y para toda la humanidad, sin venderlos cínicamente al mejor postor.

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