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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

PP: espadas en alto

Isabel Díaz Ayuso no quiere pasar página, rompe la pretensión de unidad del partido y pide expulsiones

Junta directiva del PP, ayer en Madrid.
Junta directiva del PP, ayer en Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)
El País

Las expectativas de afianzar una paz política en el PP han saltado por los aires este martes. La Junta Directiva Nacional aspiraba a suturar heridas que iban más allá de la rivalidad entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso y que habían dejado el partido expuesto a una carnicería mediática insólita. El objetivo explícito de la Junta buscaba preparar el terreno para una candidatura de restitución, credibilidad y moderación. Alberto Núñez Feijóo llegaba a la reunión con los avales unánimes de los cargos del partido en los medios, las declaraciones y las posiciones públicas. A ese guion pactado se ha adaptado sin rencor visible pero sí con tristeza Casado, que lamentó en su discurso la reacción que ha tenido “que sufrir”, inédita en la historia del partido, a lo que añadió: “Y que creo que no merezco”. La mención explícita a Feijóo ha sido para agradecer la lealtad recibida de él y garantizar una lealtad recíproca en su nuevo futuro en el partido.

Pero la función catártica y reparadora que debían protagonizar los más de 400 dirigentes del PP reunidos ayer en Madrid ha quedado reducida a un titular: nada está cosido todavía, o no al menos para la presidenta de Madrid. Su discurso ha roto el clima solemne en el que se despedía a Pablo Casado y se abría una nueva etapa bajo el probable liderazgo de Feijóo. El guion lo ha roto Ayuso al pronunciar, ya a puerta cerrada, una variación del mismo discurso que la semana pasada abrió la guerra descarnada en el partido acusando a Génova de quererla “destruir” con imputaciones falsas y creando una trama interna para espiarla. Esta vez la presidenta de la Comunidad de Madrid ha dado un paso más en su batalla personal contra Casado y exigió la investigación y “poner en la calle” a quienes hubiesen participado en la “campaña” contra ella con el fin de no cerrar “heridas en falso”. Ayuso ha buscado la confrontación entre el votante y el partido al reclamar que el reconocimiento del que disfruta entre su electorado llegue también al partido.

Ayuso sabotea el acuerdo tácito y apresurado del PP para intentar superar cuanto antes el trauma sufrido. Y recupera la estrategia de que la mejor defensa es un ataque: es ella la víctima de la hostilidad ajena y es ella en realidad quien no ha hecho nada malo cuando todavía no se ha pronunciado la Fiscalía en las diligencias abiertas por la comisión que cobró su hermano de un contrato público. Ayuso ha retomado el lenguaje del discurso que causó el mayor cisma en el PP y la búsqueda de un puerto seguro bajo el nombre de Feijóo. No quiere superar el episodio y reclama el castigo de quienes sospecharon en voz alta, y sin pruebas, de que podía haber indicios de delito en su comportamiento. Sobre el aspecto ético del asunto no se pronuncia. Lo que ayer quedó claro es que ni siquiera la perspectiva apaciguadora de Feijóo calma las aguas en el partido. El líder gallego tiene por delante más baches en la pista de aterrizaje en Madrid de los que pudo pensar en la noche del jueves. En aquella reunión no estaba Ayuso. Los tambores de guerra interna no se han apagado.

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