¿Y ahora qué hará Brasil con la guerra de Putin?
Los brasileños están interesados en un conflicto que debería parecerles lejano, por el miedo de que Bolsonaro pueda complicar las relaciones con Europa y afectar más la economía brasileña
Mirando a los ojos a Putin en Moscú, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, le dijo hace sólo unos días, cuando ya sonaban tambores de guerra: “Nos une a los dos la fe en Dios, la patria, la familia y la libertad”. Y añadió: “Brasil está con Rusia”. ¿Y ahora? La visita del presidente brasileño a Moscú había sido desaconsejada por la diplomacia mundial.
Hoy el ministerio de Asuntos Exteriores de Brasil está en una encrucijada, porque sabe que no puede secundar las ínfulas guerreras de Putin en Ucrania, que afectan a toda Europa y más allá, y al mismo tiempo se topa con una incompetencia total de Bolsonaro en política internacional. El jefe de Estado brasileño en su viaje a Moscú llegó al límite de la ingenuidad. En aquellos días se rumoreaba que Rusia estaba retirando sus tropas desplazadas a las puertas de Ucrania y que los temores de una invasión habían sido alejados. Bolsonaro llegó a ilusionarse con que esa decisión de Putin podía haberse debido a su encuentro con él.
Es verdad que en este conflicto, Brasil queda lejos, aunque la guerra podría comprometer a su ya maltrecha economía, ya que es sabido que de toda América Latina, Brasil es el mayor socio comercial de Rusia, al mismo tiempo que es conocida la idiosincrasia del líder brasileño de extrema derecha, enamorado de las armas, de las dictaduras y de las guerras. Su sueño más que la paz ha sido siempre el conflicto.
El gran relieve que toda la prensa nacional está dando a la guerra de Moscú con Ucrania con enviados especiales y la multiplicación de análisis sobre el tema revela la importancia, la perplejidad y hasta el miedo de que el Gobierno de Brasil no consiga convencer a Bolsonaro, el amigo personal de Putin, a condenar abiertamente el conflicto bélico colocándose en una situación cuyas consecuencias son aún difíciles de prever.
El hecho de que los brasileños se estén interesando de forma importante en las redes sociales sobre un conflicto que debería parecerles lejano, revela los miedos de que Bolsonaro pueda complicar las relaciones con Europa y que todo ello pueda tener consecuencias en las próximas elecciones presidenciales, ya de por sí llenas de incógnitas para el futuro del gigante latinoamericano.
Es significativo que Brasil esté preocupado con este conflicto bélico tan distante de él. De hecho, hoy en la calle, trabajadores sencillos y hasta mujeres se veían preocupados con una Ucrania de la que antes ni habían oído hablar. Lo que sí han entendido es que esa posible guerra pueda aumentar el precio de la gasolina y el gas, hacer crecer la ya abultada inflación y aumentar los millones de personas que mal consiguen comer.
Sin duda para Brasil la posible salida del poder de Bolsonaro en las elecciones podría suponer una recomposición internacional de las relaciones con el resto del mundo, hoy paralizadas. Baste pensar que en los tres años de su Gobierno, Bolsonaro no ha hecho ni una visita oficial a Europa, si se exceptúa Hungría, a su amigo de extrema derecha Víctor Orbán, a quien visitó durante su viaje a Moscú. Y que el Presidente estadounidense Biden no ha invitado nunca al líder brasileño a un encuentro en la Casa Blanca.
Un aislamiento mundial en este momento de Brasil, debido a la amistad abierta entre el Gobierno y Moscú, podría tener consecuencias imprevisibles ya que, además, existe el temor de que Putin tenga puesto los ojos en este momento en América Latina, según aparece en análisis de expertos internacionales de política exterior. De ahí la corte abierta que Putin le hizo los días pasados a Bolsonaro durante el ambiguo encuentro en el Kremlin.
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