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Jair Bolsonaro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El falso Brasil que Bolsonaro vendió a Putin

El presidente estaba físicamente en Moscú, pero con su mente puesta en los próximos comicios, en los que intentará vender que la vuelta al poder de Lula haría retroceder a los tiempos de destrucción de los valores tradicionales

Juan Arias
Vladimir Putin y Jair Bolsonaro
Vladimir Putin y Jair Bolsonaro, este miércoles en Moscú.MIKHAIL METZEL / SPUTNIK / CONTACTOPHOTO (MIKHAIL METZEL / SPUTNIK / CONTA)

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, en su polémica visita a Moscú para un encuentro con el líder ruso Vladímir Putin tuvo en todo momento presente su miedo obsesivo a no ser reelegido y que además pueda ser derrotado por Lula, el peor de sus adversarios, visto por él como un comunista que intenta desacralizar al país e imponer lo políticamente incorrecto.

Lo primero que afirmó al llegar a Moscú fue, en efecto, que lo que “une a Brasil y Rusia son la fe en Dios y la defensa de la familia”. Más tarde, en cadena nacional, insistió de nuevo en que ahora Brasil tiene un presidente que “valora la familia”, “honra a sus militares” y “cree en Dios”. A su lado en Moscú, su esposa, Michelle, vestía una camiseta roja que llevaba escrita la palabra ‘Jesús’.

Sus palabras parecían dirigidas más que a Putin bien al PT, el partido de Lula, acusado por el bolsonarismo de ser ateo, de querer deshacer el concepto de familia tradicional y de ser antimilitar. Bolsonaro estaba físicamente en Moscú, pero con su mente puesta en los próximos comicios en los que intentará vender al país que la vuelta al poder de la izquierda de Lula haría retroceder a Brasil a los tiempos en que los valores tradicionales de Dios, patria, familia y militares fueron destruidos.

Claro que nada de eso interesaba en ese momento a Putin, enzarzado en sus intereses bélicos. La visita del líder brasileño en un momento en el que se veía acosado por las democracias del mundo y que dado el clima de guerra reinante en el Kremlin había sido desaconsejada por la diplomacia de Estados Unidos y hasta por los ministros más moderados del Gobierno brasileño, fue más bien un regalo para el líder soviético.

Y es que la polémica visita a Rusia a la que seguirá otra a Hungría para encontrarse con el ultraderechista Víctor Orbán no podía venirle mejor a Bolsonaro para demostrar a sus huestes fascistas más radicales que sigue teniendo peso también en el exterior. Ello resulta más bien una burla si se piensa que en estos tres años de Gobierno ningún gran líder mundial se precipitó a convidarle a su país, ni de Europa ni de las Américas. Y que un día sí y otro no, sigue afirmando que “si el presidente estadounidense Biden lo invitara estaría dispuesto a conversar con él”.

Ha sido justamente la política exterior bolsonarista la más desastrada de la historia del Brasil democrático. Su primer ministro a cargo de Itamaraty, Ernesto Araujo, uno de los más radicales del ala ideológica, fue un verdadero desastre y acabó retirado de su cargo. Estuvo a punto de crear un conflicto democrático con China y llegó a afirmar que “Dios había llamado a Trump y Bolsonaro para salvar a Occidente” y sus valores hoy pisoteados.

Esto ha hecho que en el viaje de Bolsonaro a Moscú sus consejeros menos extremistas hayan estado en vilo hasta el último momento por lo que el presidente brasileño pudiera decir a Putin que creara algún problema diplomático y más en este momento de tensión bélica entre Rusia y Ucrania. Al parecer, hasta le habían dado por escrito “lo que no debería decir” para no comprometer la diplomacia mundial.

Se olvidaron de que en realidad Bolsonaro al hablarle a Putin se estaba refiriendo sobre todo a su gran contrincante, Lula da Silva, a quien indirectamente acusa de haber destruido en Brasil la imagen de Dios en sus gobiernos pasados, mientras apostó por la defensa de las nuevas formas posibles de familia. También de haber perdido el respeto por el mundo militar y policial, lo que, a su juicio, habría dado lugar a la multiplicación de los crímenes en el país. De ahí que Bolsonaro acuñara su eslogan fascista de que “el mejor ladrón es el ladrón muerto”, dando rienda suelta a la policía para matar impunemente.

Las afirmaciones de Bolsonaro en Moscú han sido, en realidad, un ensayo de lo que podrá ser la campaña electoral para la presidencia que se presenta cargada de presagios y lúgubres presentimientos. Para comenzar, ya ha lanzado la calumnia de que el sistema usado en Brasil para las elecciones, las urnas electrónicas, en las que él fue elegido, están manipuladas. Se está curando en salud ante su posible derrota que aparece cada día más presumible, según todos los sondeos, hasta el punto que ya se habla de que podría buscar una excusa para dimitir si se viera derrotado de antemano.

Lo que sí se teme es que dicha renuncia no sería indolora. Bolsonaro hace cada día elogios de los militares y de sus policías, en quienes confía para poder intentar, si se viera perdedor, algún tipo de golpe autoritario para poder seguir en el poder.

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