Agotada
Curiosamente, los más despiadados con la ministra de Trabajo cansada son los que se niegan a subir 35 euros el sueldo mínimo a los más baldados amenazando con no sé qué maremoto de paro y diluvio de ranas


Desayuno cada día en un bar de paso. Se llama La Giralda, pero podría llamarse La OIT, por la cantidad y variedad de trabajadores que lo frecuentan. Operarios de obras públicas, pintores de brocha gorda, limpiadoras de oficinas, barrenderos, policías, comerciales, agentes inmobiliarios y currantes con y sin convenio tiran el coche en la puerta, se toman su cafelito, pagan y siguen la faena mientras los jubilados del barrio estiran el suyo al mililitro para echar la mañana acompañados y entretenidos por 1,40 euros. La barra tiene hora punta y valle. A las diez ya están todos los churros vendidos, nos hemos ido cada remero a su galera y solo nosotros sabemos las cruces que llevaremos a cuestas. Cambian los uniformes, los horarios, las nóminas, los galones, los trienios, pero nos miramos a las ojeras y nos reconocemos. Somos los pringados que tiramos del carro, aunque unos sean carretas y otros, carrozas.
La otra noche, la vicepresidenta Yolanda Díaz, recién salida de la infartante votación que aprobó de aquella manera la reforma laboral en la que se ha dejado el pellejo, tuvo la osadía de confesarle al periodista Gonzo que estaba “agotada” tras llevar desde agosto sin un día libre ni tener más vida que el trabajo. Escandalazo. De inmediato, se le vino encima un alud de críticos echándole en cara que se quejara de cansancio cuando otros se desloman de sol a sol por la quinta parte de su sueldo. Curiosamente, los más despiadados con la ministra cansada son los que se niegan a subir 35 euros el sueldo mínimo a los más baldados amenazando con no sé qué maremoto de paro y diluvio de ranas. Veremos. De momento, el que está sin curro es Albert Rivera, el exhiperactivo expolítico que se ha ido cinco minutos antes de que lo echara, por no dar palo al agua, el bufete que lo fichó hace dos años a precio de uranio. Da igual. Aquí la cosa va de bandos, no de bandidos. Hoy, en La Giralda, habrá quien llame floja a Díaz y máquina a Rivera. Y viceversa.
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